Hinata , una adolescente enferma, pero imaginativa e inteligente, vive confinada en casa porque si sale de ella podría morir Hinata se enamora de Sasuke, su vecino, aunque los muchachos sólo pueden relacionarse a través de la ventana y enviándose me...
Antes de que Tsunade llegue a la mañana siguiente, paso exactamente trece minutos en la cama, convencida de que me estoy enfermando. A ella le lleva exactamente seis minutos quitarme esa idea de la cabeza. Me toma la temperatura y la presión, comprueba mis pulsaciones y me ausculta. Al acabar, declara que solo estoy enamorada.
-Tienes todos los síntomas -afirma.
-No estoy enamorada! ¿Cómo voy a estarlo?
-Por qué no?
-Porque no puedo! -exclamo alzando los brazos. Una Hinata enamorada seria como un crítico gastronómico sin papilas gustativas. Como un pintor daltónico.
Como una...
-Como bañarte en el mar de noche y en cueros sin una pandilla con la que compartir esa experiencia.
Me echo a reír a mi pesar.
-Exacto: no tendría sentido.
Claro que lo tendría -dice, seria de pronto- Que no puedas vivirlo todo no quiere decir que no puedas vivir nada. Además, los amores sin futuro forman parte de la vida.
Pero si no estoy enamorada! -vuelvo a decir.
-Ni enferma -replica Tsunade. - Asi que no tienes de qué preocuparte.
Paso el resto de la mañana demasiado distraída para leer o estudiar. Aunque Tsunade está segura de que no me pasa nada, no dejo de fijarme en cómo me siento físicamente. Ese cosquilleo en las yemas de los dedos, ¿es normal? :Mocurre siempre? ¿Por qué me falta el aliento? ¿Cuántas volteretas puede dar el estómago antes de enredarse irreme. diablemente? Le pido a Tsunade que me haga otro chequeo rápido y todos los resultados salen normales.
Al llegar la tarde, empiezo a considerar que Tsunade podría tener razón. Tal vez no esté enamorada, pero está claro que Sasuke me gusta. Me gusta muchísimo. Doy vueltas por la casa y me parece verlo en todas partes. En la cocina, haciendo un montón de pan tostado para merendar. En la sala, esforzándose por leer Orgullo y prejuicio a mi lado. En mi cuarto, dormido sobre el sofá, negro sobre blanco.
Y no solo lo veo a él. Me imagino a mí misma flotando en las alturas, a mucha distancia de la Tierra. Desde el borde del espacio puedo ver el mundo entero; mis ojos no tienen por qué detenerse en una pared o una puerta en particular. Veo el principio y el fin de los tiempos. Veo el infinito
Y por primera vez en mucho tiempo, quiero más de lo que tengo.
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