Menteuse

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Acabo de sentarme a la mesa para cenar. Mi padre me coloca una servilleta de tela en el regazo, y luego llena de agua mi vaso y el de Tsunade. Nuestras veladas de los viernes son especiales; incluso Tdunade se queda hasta más tarde con nosotras, en vez de volver a casa con su familia.

En nuestras cenas de los viernes, todo es francés. Las servilletas son de tela blanca, con flores de lis bordadas en las esquinas. La cubertería, muy adornada, proviene de una tienda de antigüedades francesa. Incluso el salero y el pimentero son dos miniaturas plateadas de la Torre Eiffel. Y aunque debemos tener cuidado con el menú por si algo me da alergia, mi padre prepara a menudo su propia versión del postre (rollos de canela, una gran receta de mi madre). Era el plato favorito de mi madre, antes de morir.

— Hinata — me dice mi padre, la señora Kurenai me dijo que todavía no le has entregado el trabajo de arquitectura. ¿Está todo bien, cielo?

Su pregunta me sorprende. Sé que voy con retraso; pero como nunca me había ocurrido antes, no me había dado cuenta de que mi padre estuviera tan atento a mis estudios.

— Lo encuentras demasiado difícil? — pregunta con el  ceño fruncido mientras me sirve los rollos de canela en el plato
— ¿Quieres que contrate a otr@  tutor?

— Oui, non et non-respondo, matando tres preguntas de un tiro
— No tengo ningún problema. Mañana entregaré el trabajo, te lo prometo. Solo me he despistado un poco.

El asiente y empieza a cortarme rebanadas de el rollo de canela. Sé que quiere preguntarme algo más. Incluso sé lo que quiere preguntarme; si duda es porque le da miedo la respuesta.

— Es por los vecinos nuevos?

Tsunade me lanza una mirada rápida. Nunca le he mentido a mi padre; no he tenido razones para ello, y siempre he pensado que no sabría hacerlo ni aunque quisiera. Pero algo me dice que debo hacerlo ahora.

— No, es que he estado leyendo demasiado. Ya sabes cómo me pongo cuando tengo un buen libro entre las manos — contesto, procurando que mi voz suene convincente.
No quiero preocuparlo; ya le doy bastantes dolores de cabeza.

Cómo se decía (mentirosa) en francés?

— No tienes hambre? — me pregunta mi padre unos minutos más tarde poniéndome el dorso de la mano en la frente.
— No, no tienes fiebre — concluye, pero deja ahí la mano unos segundos más.

Estoy a punto de quitarle seriedad al asunto cuando alguien llama al timbre. Es algo tan raro que por un momento no sé qué pensar. El timbre suena de nuevo.

Mi padre hace ademán de levantarse de la silla.

Tsunade se pone de pie. El timbre suena por tercera vez. Se me escapa una sonrisa, no sé por qué.

— ¿Quiere que abra? — le pregunta  Tsunade a mi padre. El rechaza el ofrecimiento con un gesto.
— Quédate aquí — me dice.

Tsunade se coloca detrás de mí y apoya las manos suavemente en mis hombros. Sé que tengo que quedarme aquí, sé que es lo que esperan de mí. Y aunque normalmente también sería lo que yo esperaría de mí, hoy no soy capaz de aguardarme sin hacer nada. Necesito saber quién es, aunque solo sea un paseante que se ha perdido.

Tsunade me toca el brazo.
— Tu padre dijo que te quedes aquí.
— Si, pero ¿por qué? Se preocupa demasiado. De todos modos, no va a dejar que nadie pase más allá de la cámara estanca...

Tsunade suspira y asiente. Me levanto y voy hasta el final del pasillo, con ella pisándome los talones.

La cámara estanca es una sala pequeña que hay inmediatamente después de la puerta de entrada. Es hermética, de forma que no puede colarse ninguna sustancia peligrosa cuando la casa está abierta. Apoyo la oreja en la puerta. Al principio solo distingo el zumbido de los filtros de aire, pero de pronto escucho una voz.

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