Supervivencia

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—¿Cuánto tiempo más piensas estar de malas? — me pregunta Tsunade —. Llevas así toda la semana.

— Yo no estoy de malas — replico, aunque en el fondo sé que no es verdad.

La forma en la que Sasuke me ha rechazado hace que me sienta como una niña otra vez. De pronto, vuelvo a recordar por qué dejé de hacer caso al mundo exterior.

Pero me cuesta volver a mi rutina de siempre con todos los ruidos que me llegan de fuera. Ahora me fijo en cosas a las que antes apenas prestaba atención. Oigo el rumor del viento que agita las ramas de los árboles, y los trinos de los pájaros por la mañana. Veo los rectángulos de sol que se cuelan por mis contraventanas y recorren lentamente la habitación durante el día... Mirándolos, veo cómo pasa el tiempo. Cuanto más trato de separarme del mundo exterior, más empeñado parece en entrar.

— Llevas varios días leyendo las mismas cinco páginas — observa Tsunade señalando con la cabeza mi ejemplar de El señor de las moscas.

— Es que es un libro horrible.

— No era un clásico?

— Es horrible. La mayor parte de los chicos son unos idiotas que desperdician el dia hablando de perseguir y matar cerdos. Jamás había tenido tantas ganas de probar el tocino.

Tsunade se echa a reir, pero su risa suena más bien desganada. Se sienta en el sofá a mi lado y coloca mis piernas en su regazo

— Cuéntamelo — dice.

Dejo el libro en la mesa y cierro los ojos.

— Preferiría que se marcharan —confieso. Antes era más fácil.

— Qué era más fácil?

— No sé... Ser yo. Estar enferma.

Ella me da un apretón cariñoso en la pierna.

— Sabes qué? Eres la persona más fuerte y más valiente que conozco. Y puedes creerlo, porque es verdad.

— Tsunade, no tienes por qué...

— Shhh. Escúchame, ¿quieres? Llevo varios días dándole vueltas. Está claro que todo esto te agobia, pero sé que saldrás adelante

— Yo no estoy tan segura...

— No pasa nada: yo estoy segura por las dos. Llevo quince años en esta casa, contigo, así que sé de lo que hablo. Cuando empecé a trabajar aquí, pensé que acabarías por de primirte; solo era cuestión de tiempo. Y hubo un verano en el que estuvo a punto de ocurrir, pero al final lograste salir de ahí. Cada día te levantas y aprendes algo nuevo. Cada día encuentras algo por lo que alegrarte. Cada día, sin faltar uno, tienes una sonrisa para mí. Te preocupas más por tu padre de lo que jamás te preocuparás por ti misma.

Creo que nunca había oído a Tsunade decir tantas palabras seguidas.

— Mi Sakura... empieza a decir, pero de pronto se interrumpe

Se apoya en el respaldo y cierra los ojos, abrumada por una emoción que no alcanzo a comprender.

— Mi hija Sakura — prosigue al fin — podría aprender un par de cosas de ti. Tiene todo lo que puedo darle, y aun así piensa que no tiene nada.

Se me escapa una sonrisa. Por más que se queje Tsunade de su hija, sé que la mima todo lo que puede y más.
Entonces abre los ojos, y la expresión de dolor que tenía hace un momento se desvanece.

— ¿Lo ves? Ahí está la sonrisa de siempre — me da una palmadita en el muslo, La vida es dura, mi niña. Pero todo el mundo acaba por arreglárselas.

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