Laurel || l.s.

𝑪𝑨𝑷𝑰́𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑿𝑿𝑰𝑰

Capitulo veintidos

Atenea

El pequeño simplemente acurrucó suavemente su cabeza en el cuello de Louis mientras intentaba de alguna manera obtener protección y calor. Pequeñas gotas de agua se deslizaban por todo su rostro y cuerpo hasta que caían silenciosamente sobre el cálido líquido turquesa. No había ruido exterior alguno y eso le hacía entrar en un cómodo y atenuante silencio que eventualmente terminó rompiendo.

Quizá no todo estaba del todo bien y eso le preocupó.

—Entonces, ¿qué pasó después?—susurró el dios cerca de Harry mientras con su brazo rodeaba delicadamente su cintura desnuda y bajaba levemente su rostro para obtener una mejor visión de su perfil.

—No lo sé—suspiró para luego cerrar por algunos instantes sus ojos.—De ahí en más solo recuerdo obscuridad, pero tenía miedo.

—¿Te acuerdas de alguna cara?

—En realidad no —dijo él mientras abandonaba la curvatura de su cuello y apoyaba su rostro en el hombro de Louis.

Notó que había algo más allí. Como si el temeroso chico entre sus brazos no le estuviera diciendo toda la verdad, tal vez porque estaba demasiado asustado de algo, aunque ciertamente no podía decir qué era exactamente. Quizá se había dormido pensando mil y un escenarios terroríficos en un episodio de ansiedad provocando un terror nocturno. Todo lo que quería hacer en ese momento era protegerlo de todos y de todo.

Incluso si no pudiera.

—Está bien, fue solo un sueño, ¿vale? Cualquier cosa que haya sido no puede hacerte daño ahora.

—Pero lo sentí más que eso, yo...

—A veces nuestra mente puede jugarnos una mala jugada.

—Lo sé ... es solo que se sintió tan real que yo...

—Oye—Louis separó momentáneamente su cuerpo del suyo solo para que lo mirara y tomó su rostro entre sus manos—. Mírame.

Harry hizo todo lo posible para tratar de dejar de mirar a algún punto al azar siendo demasiado tímido para encontrar su mirada, pero finalmente, puso sus ojos en él.—¿Si?

—Fue solo un sueño, no significó nada. A veces los dioses son tan caprichosos que quieren ponernos algunos sueños de mierda solo para preocuparnos por nada.

Harry pareció pensar mucho en sus palabras. No le había contado de sueños anteriores que tuvo, así que presintió que era de las primeras veces que sucedía. Y verdaderamente no quería pasar por alto temores como aquellos, pero al mismo tiempo no quería hacer de esto algo muy grande porque probablemente no significaría nada tan grande de lo cual mortificarse.

Cuando no era más que un niño solía preocuparse por todos los malos sueños que comúnmente llegaba a tener. El recuerdo del sueño en el que su hermana Atenea moría, lo aterrorizó de tal manera que sin importarle la hora fue corriendo a mitad de la noche por todo el palacio hasta llegar a la habitación de su madre llorando inconsolablemente.

La diosa le recibió tan preocupada porque algo malo hubiera pasado, que cuando le contó su sueño entre lágrimas y el incontrolable hipo ella se echó a reír y dijo que Atenea era inmortal, así que básicamente era imposible que algo así sucediera. Luego le explicó que algunos dioses eran demasiado pretenciosos para trabajar bien como ellos, que solían ser tan supersticiosos que llegaban a ser jodidamente insoportables. Después de eso, dejó de creer en ese tipo de mierda, como los oráculos y predicciones sin base alguna

—¿Lo prometes?

Harry derritió tanto su corazón con su dulce voz. Por un segundo le recordó a un pequeño Louis que estaba demasiado asustado en los brazos de su madre. Y luego cayó en la cuenta de que ahora mismo era el único que tenía en el mundo. Nadie más que Louis podría genuinamente protegerlo de los miles de horrores allá afuera, nadie más lo haría, porque verdaderamente le importaba.— Por supuesto que sí, cariño.