𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐈𝐈𝐈

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Capítulo tres

Atenea

La clase de canto iba terriblemente mal, o quizá lo que le seguía a horrible.En menos de la hora que llevaba de lecciones, Louis ya había desafinado más veces de las que podía recordar y no lograba alcanzar ninguna las notas altas. Por supuesto que su voz no era lo que se dice angelical, ni tenía aquel talento nato, sin embargo, hacía lo mejor para tan siquiera poder afinar y sonar decentemente.

 Mas no este día.

—No Louis, para— le interrumpió Apolo.

El chico soltó un bufido.

—No es mi culpa. No estás poniendo lo mejor de tus clases— se excusó torpemente, a lo que el dios frente a el río.

—Louis, soy el dios de la música, dudo mucho que mis lecciones no sean suficientes— rió.

—Entonces yo que sé, es el día.

—No lo creo, hace un día perfectamente soleado y hermoso.

—Oh, cierra la boca—dijo con algo de molestia fingida seguido de poner los ojos en blanco. 

—Vale, vale—se rindió junto a una risa divertida.—Estás distraído hoy, ¿pasa algo?—preguntó curioso el chico y dejó las partituras de la canción que practicaban de lado.

Suspiró.

—No es nada, solo mi padre con cosas raras— puso los ojos en blanco.

—¿Zeus con cosas raras? ¿Por qué no me sorprende?— su rostro expresó diversión y ligero sarcasmo. 

—Será porque es un imbécil de primera.

—Bueno pero ¿ahora que hizo?

—Pues...ahora quiere que le enseñe a hablar a los sirvientes.

Apolo soltó una sonora carcajada.

—¿Qué, de qué hablas?— Siguió riendo.

Louis resopló.

—Si, llegó un sirviente nuevo y al parecer es extranjero. Quiere que le enseñe el idioma y esas cosas.

—Eso es nuevo en Zeus en verdad.

—A veces lo odio.

—En serio quiero verte hacer eso. Tu enseñando a un sirviente —se burló.

—Bueno ya es suficiente— se levantó de su asiento. —Hablando de eso, me voy. Tengo que alcanzar a Atenea, trataré de convencerla que lo haga por mi.

—Suerte con eso—dijo sarcástico.— Esa chica es difícil.

—Ni lo digas—le dio un ligero golpe en el hombro a forma de juego. 

No era una sorpresa que Apolo en ocasiones anteriores había querido cortejar a su hermana, fallando en repetidas ocasiones ante esto.

—Auch— se quejó y tomó el arpa a un lado suyo para golpearlo con esta.

—¡Eres un maldito!—gritó con exageración fingida.

—Me amas— rió.

—Te odio.

—Eso no dices cuando follamos—susurró  acercandose en gran medida hasta su rostro, quedando cerca de sus labios.

—Te odio—murmuró con atisbos de una sonrisa. —Como sea.

Louis se separó por completo del chico a lo que este hizo una mueca de disgusto por repentina distancia.

—Espero verte en mi fiesta.

Laurel || l.s.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora