𝑪𝑨𝑷𝑰́𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑿𝑰

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Capítulo once

Louis

El monte olimpo se hallaba abarrotado de dioses, semidioses y alguna que otra criatura. Aquella noche era el cumpleaños numero no sabía cual, pero suponía que eran milenios de su querida hermana Atenea.

Todos en el lugar vestían sus más elegantes ropas de gala denotando el estatus y el poder que cada dios tenía, Louis no era la excepción, sin embargo, todo aquello le parecía extremadamente pretencioso. A decir verdad a el sólo le importaba pasar el rato de lo más divertido y coquetear con las diosas.

Es por eso que en la última hora y media se encontraba huyendo y escondiéndose de su madre Hera, pues no faltaba mucho para que en la próximas horas fuera la gran esperada presentación de Apolo tocando la lira por lo que estaba completamente seguro de que le obligaría a salir con el, cosa que trataba de evitar a toda costa, puesto que era horrible tocando aquel instrumento.

Así mismo se hallaba en la búsqueda de cierto mortal. Aquel día así como los anteriores le había visto poco, pues tal y como esa noche por alguna razón Zeus requirió su presencia en la ayuda de la fiesta. No obstante, lo quería con él.

En su camino divisó las figuras de su herma junto con la diosa Persefone y no lo pensó dos veces antes de acercarse.

—Hermanita—se acercó hacia Atenea y le dejó un cálido abrazo.

Hoy la diosa se veía despampanante. Su belleza resaltaba mil veces más con su hermoso vestido largo de color azul marino con negro en la cola. Así como su deslumbrante maquillaje color dorado, sin mencionar su cabello adornado con una hermosa tiara de oro.

—Feliz cumpleños otra vez—expresó soltandola felicitandola por milesima vez en el día.—Y hola Perséfone, luces espectacular.

—Gracias Lou—la diosa soltó una risita. Al igual que su hermana modelaba un largo vestido negro, que denotaba pura elegancia. Típicos colores en ella, pues así demostraba su poder como señora del Inframundo.—Tu no te quedas atrás.

El chico se encogió de hombros con una sorisa en su rostro.

—Que suerte tiene Hades.

—¡Louis!—le reprochó su hermana divertida.

—¿Qué? Es verdad Atenea—dijo y dio un sorbo a su copa de vino.

—Está bien Nea, Louis no se queda atrás. Diría que los mortales tienen suerte también—le giñó un ojo en su dirección.

—Los dos son increíbles—Atenea rió.

—Ni lo digas Atenea. Que apuesto para regalo de cumpleaños que Hefesto te obsequia una cita con él—expresó Perséfone en tono pícaro.

Louis soltó una caracajada.

Hefesto era uno de los dioses más feos, y como muchos no era la excepción de querer salir con su hermana.

—Eres cruel—siguio riendo.

—Ambos cierren la boca—Atenea rodó los ojos.

—Vamos Nea, que no siempre podrás huir del amor—Perséfone se encogió de hombros.

—Callate Perséfone.

Su hemana detestaba ese tipo de cosas cuando se trataba de ella. En toda su vida se había mantenido con un extraño voto de soltería y castidad, todo lo contrario al castaño por lo que le parecía extremadamente ridículo.

—Me amas.

—Como sea—puso los ojos en blanco divertida.—Los veré en un rato, casi es la cena y tengo que estar con padre,

Laurel || l.s.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora