𝐏𝐑𝐎𝐋𝐎𝐆𝐎

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Londres, Inglaterra. 2010

Las hermosas calles de Londres, Inglaterra, se encontraban totalmente empapadas de lluvia. El obscuro cielo estrellado se veía interrumpido por las negras nubes cargadas de agua. Ligeras ráfagas de viento iban y venían causándole escalofríos cada que chocaban con su cuerpo.

Era evidente que la ligera lluvia que ahora caía se convertiría en un aguacero, pues los sonoros truenos advirtieron que estaba cerca. Y por supuesto, él era de las personas más indicadas para saber acerca de esto.

Cada paso que daba resonaba frívolamente gracias al agua acumulada en el suelo. Se apresuró hasta llegar a un callejón apenas alumbrado por viejos postes de luz y ahí encontrar la puerta hacia el conjunto de apartamentos.

A pesar de encontrarse en el centro de la ciudad, era de las zonas más pobres y marginadas. Pues sin ser demasiado observador podías notar el notable descuido que tenía el lugar.

Una vez frente a la puerta se dispuso a entrar. Como siempre se encontraba vacío, sin seguridad alguna que vigilara, pues dudaba que las personas ahí tuvieran con que pagarla. Gruñó ante la cantidad de escalones para subir. Estas se extendían en forma de caracol hacía muchísimos pisos arriba, haciéndolo ver como un infinito espiral. Ella vivía hasta los últimos pisos. Y por supuesto, no había ascensor.

De solo pensarlo de un segundo a otro ya se encontraba dentro del pequeño apartamento número 128, en uno de los viejos sofás de la sala esperando. El lugar era pequeño, sí, pero tenía el toque dulce y hogareño que le caracterizaba a la mujer que vivía ahí, haciéndolo sentir como un verdadero hogar, aquel sentimiento que él nunca sintió anteriormente. Estaba en penumbras, ninguna luz alumbraba y planeaba dejarlo así, pues no le incomodaba.

Comenzó a mover su pie impacientemente. Esto no se trataba de una visita social como a él le gustaría, al contrario, era una emergencia.

Luego de un rato escuchó el cerrojo de la puerta abriéndose y de paso un ligero chillido de esta al abrirse, hasta dejar ver a la mujer entrando a la casa. Tiró las llaves en uno de los recipientes de cositas. Después, el sonido del interruptor prendiéndose junto con la luz en el lugar se hizo ver.

Anne soltó un grito ahogado al ver al hombre sentado en su sala, sin embargo, bajó inmediatamente la guardia al ver de quien se trataba.

—¡Maldición Zeus! ¿Qué diablos te pasa?— se llevó una mano al corazón del susto y trató de normalizar su respiración agitada.

—También me alegra de verte— soltó un intento de risa y se acercó hasta la mujer.

—Casi me matas del susto.

—Discúlpame...

—¿Qué mierda haces aquí?— suspiró. —Creí que habíamos quedado en no vernos más.

Zeus suspiró ante sus palabras, por más lamentable que fuera, eso era completamente cierto y la razón por la cual se encontraba ahí no era para nada sencilla.

—Se trata de Hera.

Anne sintió un vuelco en el estómago y cada célula de su cuerpo se paralizó ante el miedo al escuchar ese nombre. Definitivamente nada bueno podía venir de esa mujer y eso le asustaba.

Laurel || l.s.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora