𝑪𝑨𝑷𝑰́𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑿𝑽

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Capítulo quince

Ares

Las cosas dentro del Monte Olimpo los días posteriores fueron de lo más tranquilo posible luego de aquellos pequeños "incidentes" de algunos días atrás.  No pasó mucho para que Harry se fuera recuperando normalmente de su ligera intoxicación hasta que finalmente pudo regresar a sus actividades normales. Ya que su padre para esas semanas no se hallaba en su hogar no hubo problema alguno en el hecho de que el chico se hubiera saltado días de trabajo, a decir verdad ni siquiera sabía donde se encontraba el dios, mas era consciente de que probablemente ni siquiera lo habría notado.

Al final de cuentas Harry era suyo.

La investigación que se propuso a si mismo hacer no había pasado más allá de obviamente contarle lo sucedido a su hermana Atenea, la cual se vió igual de sorprendida ante la noticia que inmediatamente descartó cualquier ligadura hacia ella, sin embargo, se comprometió en ayudarle a comunicarle cualquier pista que pudiera llegar a encontrar acerca de. A pesar de haber querido ponerse en un plan detective le resultaba sumamente difícil ya que básicamente no podía soltar aquella información a cualquier persona que no confiara.

Sabía que sus próximos pasos de ahora en adelante tendrían que ser cuidadosos.

La tarde de aquel día era perfecta. El sol estaba en su máximo punto pero gracias a muchas de las esponjosas nubes no llegaba a ser de todo caluroso. Más bien sentía que era una perfecta combinación de temperatura y paisajes.

—¿Todo el tiempo se la pasará observándonos así?—Afrodita preguntó entre dientes mirando fijamente y con ligera incomodidad hacia un aburrido Louis frente suyo que no hacía más que verse las uñas y de vez en cuando concentrarse en su amarga limonada rosa.

El castaño soltó un suspiro seguido de una risa mientras se acomodaba más derecho en su asiento—Has como que te la estás pasando genial y dejará de hacerlo—guiñó un ojo.

—Empieza a asustarme—murmuró con una risita.

—Nada de que preocuparse—dio un sorbo a su copa de agua.—Ahora haz como que te conté la cosa más graciosa en el mundo.

Afrodita frunció el ceño en confusión.

—Vamos, solo hazlo—rodó los ojos animándole.

La diosa carraspeó la garganta preparándose para soltar una gran y estruendosa carcajada, a la cual podría decir que de no saber que se lo pidió le convencería de que era genuina. Mas serviría para su madre.

—Funcionó—soltó una risita.

—Te dije—volvió a guiñar un ojo en su dirección.

Su madre Hera se hallaba a algunos metros de ellos en el jardín principal del palacio junto con la diosa Hestia, a una distancia decente para darles la privacidad necesaria, mas, que aún tuviera una total vista hacia los dos.

Hace algunos días había arreglado una "cita" entre ambos dioses con el absurdo y aburrido pretexto de conocerse mejor antes del compromiso. Lo cual obviamente cumplirlo para ambos no sería más que pura cortesía pues ciertamente ya se conocían lo suficiente y ninguno de los dos en su sano juicio aceptaría la propuesta ni siquiera organizados por ellos.

Louis jamás se casaría.

Al menos no con ella.

—Y Louis—le llamó.

—¿Si?

—¿Has pensado en lo que te dije?

—¿Sobre qué?—trató de hacer memoria, pues honestamente ni siquiera sabía de que le mencionaba. Muchísimas palabras anteriores habían cruzado entre ellos para lograr recordar.

Laurel || l.s.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora