Las vueltas de la vida nunca son lo que parecen.
Andrea es una ex convicta con un pasado difícil, a quien le toca hacer horas comunitarias como acompañante terapéutica en un centro de investigación que pertenece al Ministerio de Ciencia, Tecnología...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Aprovecharé que se encuentran dormidas para escribir esta parte que jamás me gustaría olvidar. En principal, porque nunca creí que sería tan feliz como ahora.
Esa misma noche, luego del último ruego para que ya no se meta en más problemas, que se compadeciera de una llorosa Anne y junto a un ambiente algo más calmo, volví. A veces, es más fácil que Anne se haga cargo; no me siento tan fuerte como para afrontarlo por mi cuenta y Andrea tiene férreas e incorruptibles convicciones sobre la justicia social.
De verdad, puede ser demasiado terca cuando quiere y por más que intente razonar con ella, es imposible convencerla de lo contrario.
Es del tipo de personas que pone el pecho a las balas sin pensarlo dos veces y si hay algo que me enseñaron estos diez años de cautiverio, es que la gente desagradecida y traidora no merece ni un poco de gentileza.
Por supuesto que sé todo lo que sucede en este lugar. Hace años que escucho conversaciones, incuso cuando "no había recuperado la conciencia". Las recuerdo con absoluta precisión y las guardo en una gran base de datos que armé en mi cabeza.
Creo que Andrea comienza a darse cuenta de que no soy ninguna idiota; estoy abriéndome demasiado y no sé qué nos deparará cuando sepa nuestro secreto. Entiendo que me quiere y más de lo que debería puesto que soy muy inestable y su simple paciente; ya no lo calla ni un poco.
Por un lado, me hace feliz, pero por el otro...
Acaricio con cariño sus cabellos dorados como el sol, sonrío y le regalo un beso en la frente. Me gusta hacerlo cuando está con la guardia baja.
A pesar de que siempre se muestra como una mujer férrea y segura de sí misma; dentro de esa coraza, se esconde una niña inocente que ha sido muy golpeada, aunque aún no puedo dimensionar hasta qué punto. Ahora sé una parte, pero comprendo que hay más, mucho más en el tintero.
Me sorprendo cuando abre sus ojos y me contempla un rato antes de esbozar una sonrisita tímida. Sus dedos tocan la piel de mi rostro, es una caricia muy tierna.
Las últimas veces que la toqué un poco mientras dormía, respondió de manera violenta. Algo tuvo que pasarle, una cosa horrible, para que se defienda de tal manera. No le haría daño, primero me cortaría las manos antes de algo así.
―¿Te desperté?
―No pasa nada, no estaba durmiendo, sólo miraba para adentro ―. Metaforiza con un gesto soberbio, arrancándome una risita ― ¿Vos?
No duermo demasiado desde que estamos juntas en una misma cama, mas es obvio que no le admitiré esta última parte.
― El café me despertó más de lo que debería ―. Esbozo un gesto más amigable y la despeino con cariño ―. Deberías descansar, perdonáme por molestarte.