𝑉𝑎𝑐𝑎𝑐𝑖𝑜𝑛𝑒𝑠 𝑒𝑛 𝑙𝑎 𝑡𝑖𝑒𝑟𝑟𝑎 𝑑𝑒 𝑙𝑎 𝑐𝑢𝑎𝑟𝑒𝑛𝑡𝑒𝑛𝑎 𝑚𝑎́𝑠 𝑙𝑎𝑟𝑔𝑎 𝑑𝑒𝑙 𝑚𝑢𝑛𝑑𝑜

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Cambio la televisión, mientras mi cabeza está en otra cosa. No me siento bien, me duele el cuerpo. Hace tres semanas que vivo acostada y que no puedo siquiera moverme sin ver toda la Vía Láctea en el transcurso.

Hago lo que puedo, digo, me levanto sólo cuando es necesario.

Estoy sola en esta casa y no, no es la que me compró el Padre Juan.

¿Cómo conseguí algo así?

Kevin se mantuvo en contacto conmigo durante todo este tiempo. Me hizo agarrar un aparatito que es a prueba de agua y estuve en llamada con él durante toda mi huida. Fui a un cajero, cubrí mi cara con la ropa y logré sacar plata con las claves que me facilitó. Tenía sus tarjetas entre mis cosas. Resulta que, cuando fue a visitarnos la última vez, logró entrar a mi habitación y puso sus pertenencias de mayor valor entre las mías para que las tomara apenas me diera cuenta de la mierda que me rodea y ponga los pies en la Tierra como debe ser.

Todo lo que Kevin hizo, fue a sabiendas de que él iba a terminar así.

Era su deber de hermano mayor, me dijo.

Así fue que me enteré que Kevin no sólo revivió incontables veces y lo fueron mejorando en contra de su voluntad, sino que su habilidad extraordinaria es ver unos minutos en el futuro.

Imagináte vivir así, sabés todo lo que va a pasar. Sabés quién te va a traicionar y quién es tu verdadero amigo. Sabés que tu padre va a desarmarte, sabés que la chica que te gusta te va a utilizar y busca matarte. Sabés que tu propia hermana sentirá un odio tan desmedido por culpa de sus problemas personales que no hará nada para ayudarte cuando estés clamando por algo de piedad.

Siempre supo qué era lo que tenía que hacer para que yo suplantara a la vieja Andrea y estuvo todos estos meses presionando los botones para adelantarse a los planes de Annalisse y el laboratorio. Lo único que quiso todo este tiempo es que dejaran de experimentar conmigo como lo hicieron con él. Después de todo, se supone que soy la que mejor funciona de todas mis personalidades.

Se sacrificó, sí, se sacrificó para que yo tuviera una vida mejor.

¿Ego o amor desmedido?

No sé, no puedo decidirme todavía.

Otra de las cosas que pude conseguir además de la libertad, fue un nuevo DNI con gente de extrema confianza de Kevin. Su trabajo fue tan bueno que es casi imposible que me encuentren. Solicité una tarjeta al Banco, a nombre de Anya Andrada. Es buen nombre, digo, hay unas cuantas Anya en Argentina, así que les va a llevar un largo trabajo encontrarme.

Algo así quiero creer.

Kevin enmudeció enseguida cuando le dije que adopté su apellido. Si hubiera tenido los ojos conectados a los lagrimales, estoy segura de que estaría llorando, como la primera vez que se enteró que yo era su hermana.

𝐴𝑛𝑛𝑎/𝑒/𝑙𝑖𝑠𝑠𝑒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora