Las vueltas de la vida nunca son lo que parecen.
Andrea es una ex convicta con un pasado difícil, a quien le toca hacer horas comunitarias como acompañante terapéutica en un centro de investigación que pertenece al Ministerio de Ciencia, Tecnología...
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Cuando abro los ojos en medio de la noche cerrada, mis mejillas no dudan en calentarse unos cuantos grados. Me quedo contemplando hacia la nada, con la respiración agitada y un gesto de pura incredulidad.
Ahora entiendo por qué Annalisse siempre se sonroja hasta la punta de las orejas cuando le pregunto sobre nuestras viejas relaciones. Sí, es obvio que nosotras éramos más unidas que ahora. Al menos, nuestra manera de correspondernos nada tenía que ver con una amistad convencional.
A no ser que sea una relación con beneficios, claro está.
―¿Estás bien? ―me sobresalto al escuchar la voz de la joven de mis sueños, que apenas se parece a la que está contemplándome.
Su mano acaricia mi rostro, ve a través de la oscuridad a la perfección. Yo también lo hago, me recuerdo, sólo si le pongo empeño y me olvido que ya no soy un ser humano común o corriente. Mejor dicho, jamás lo fui.
Hace semanas que estoy dando mis primeros pasos. Las primeras veces me caí de bruces y fue una suerte que Annalisse estuviese a mi lado para sostenerme. En varias ocasiones pensé en tirar la toalla, pero ella insistió sin dudarlo ni una ocasión, por lo que continué intentándolo.
Más allá de que Marina es quien me cuenta todas las verdades y no se está guardando ningún detalle, en la persona que más confío es en Annalisse. No sé por qué, simplemente el instinto me sugiere a hacerlo.
―Sí, no te preocupés. ―susurro e intento apartarme más por pudor que debido a otro sentimiento. Ella sonríe, algo avergonzada de haberme molestado. Al parecer, también tiene esos sueños cuestionables además de haber leído los diarios de todos los alter-ego―. Deberías dormir, Annalisse.
―Lo intenté, pero estabas algo alborotada y me preocupé...
Sonrío como puedo, entre incómoda y tímida. No sé cómo entablar una conversación coherente luego de soñar que Annalisse estaba haciéndome el amor con un gesto de pura devoción.
No hay forma de enfrentar esta realidad sin sentirte un poco menguada al respecto, ¿verdad?
―No pasa nada, te lo prometo. ―esbozo un gesto más amigable y menos timorato ―. Vos descansá, tenés que recuperar energías por todo lo que hiciste durante estos meses.
A pesar de que la chica intenta volver a hablarme, le doy la espalda como puedo y me quedo contemplando hacia el ventanal de la habitación. Ahora sí reconozco aquellos enormes muebles con un montón de libros que le fui comprando durante todos esos meses que estuve cuidándola, antes de que nuestra relación terminase explotando por los lados menos convencionales entre una cuidadora terapéutica y un sujeto de prueba.
Andrea estaba tan enamorada de Annalisse y eso era mutuo.