𝐸𝑙 𝑝𝑎𝑠𝑎𝑑𝑜 𝑐𝑜𝑛𝑡𝑖𝑛𝑢́𝑎 𝑗𝑜𝑑𝑖𝑒́𝑛𝑑𝑜𝑚𝑒 𝑙𝑎 𝑒𝑥𝑖𝑠𝑡𝑒𝑛𝑐𝑖𝑎

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Hay varias cosas que quiero contar el día de hoy

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Hay varias cosas que quiero contar el día de hoy. Vamos de a poco, a ver si tengo los ovarios para explayarme tal como lo precisan estos hechos que aún me tienen muy destruida y exaltada.

Para empezar, les recuerdo que ya no puedo ir a mi casa, ni mucho menos ver al Padre Juan. Luego de decretarse la cuarentena y pese a que estoy considerada dentro de los trabajadores esenciales, el laboratorio no quiso tomar riesgos.

Luego de un pequeño percance que tuve, el Padre Juan envió a la hermana Rosa para que cuidara el departamento, así que está haciendo su vida fuera del convento en el que se encontraba recluida. No sé cómo debe estar pasándola, a veces me escribe y dice que tiene varias sorpresas para cuando podamos vernos.

No tengo mucha idea de cuándo será que pase esto.

Hace un mes, el presidente dijo que serían quince días, pero finalizado el período, volvió a agregar otras dos semanas. Algo me dice que esto va a para largo y que recién estamos empezando con la ola de contagios.

Antes de que terminara otra vez en este lugar, pasaron muchas cosas que no me imaginaba ni en mis más cruentas pesadillas. Mejor iré despacio, para que se pueda entender cómo se enlazó todo y por qué estoy como estoy ahora mismo.

Resulta que, una vez que conseguí volver a casa a eso de las siete de la mañana, que fue mucho más temprano de lo normal; me encontré a la persona que menos pensé que vería. De hecho, había irrumpido en la propiedad.

¿Y los que supuestamente iban a cuidar de mi seguridad? Bien gracias. Obviamente, la persona se excusó alegando que la puerta estaba abierta, lo cual era mentira. Nadie sabe, pero mi departamento tiene tres tipos de alarmas. Luego saltó de discurso, aseguró que estuvo averiguando mi paradero real para pedirme perdón; algo que jamás podré creerle. Alguien en la cárcel le avisó que me sacaron y si hay algo que conozco perfectamente es a la corrupción que hay en ese mundo.

La haré corta: Se trataba de mi madre, mi jodida madre.

Estaba más delgada que lo que la recordaba, demacrada hasta decir basta y apenas podía mantenerse en pie. Se tatuó enteramente los brazos y llevaba un cartel con la inscripción "paciente con SIDA".

Mentira.

La única enfermedad que tiene esa mina es estar mal de la cabeza y ser una hija de puta con todas las letras.

Como no confío ni en pedo en ella, logré arrinconarla, le hice un chequeo y furiosa de que no cambiara sus manías, recuperé todo lo que se había robado. En su bolso había de todo; desde ropa, comida, objetos de valor, la cadenita que le había arrebatado a Gabriela en esa nefasta cena hasta papeles del trabajo, regalos para Pamela y unos cuadernos donde hacía anotaciones con respecto a los avances de Annalisse. Por supuesto, se había llevado la laptop y la tablet; supongo que no esperaba a que volviera en mucho, pero mucho tiempo.

𝐴𝑛𝑛𝑎/𝑒/𝑙𝑖𝑠𝑠𝑒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora