𝐷𝑒 𝑐𝑜́𝑚𝑜 𝑑𝑒𝑠𝑡𝑟𝑢𝑖𝑟 𝑎 𝑢𝑛 𝑎𝑙𝑚𝑎 𝑝𝑎𝑟𝑎 𝑢𝑛 𝑝𝑟𝑜𝑝𝑜́𝑠𝑖𝑡𝑜 𝑠𝑢𝑝𝑢𝑒𝑠𝑡𝑎𝑚𝑒𝑛𝑡𝑒 𝑢𝑛𝑖𝑣𝑒𝑟𝑠𝑎𝑙

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Al fin me siento mejor

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Al fin me siento mejor.

Para festejarlo, estoy caminando del brazo de Adán, quien se ofreció a dar un paseo matutino conmigo. A pesar de que ese hombre se supone que es mayor que yo por casi un siglo, tiene una fuerza y entereza envidiable.

Todo lo que hablamos con Marina aún queda en mi mente, flota como si fueran pedazos de un asteroide mayor y eso me mantiene muy en alerta. Me gustaría pensar que Adán ha mejorado su forma de comportarse con otros seres humanos, pero sé que eso es pedirle peras al olmo.

No obstante, me entretengo contemplándolo en tanto él habla con unos proveedores de reactivos. Luego de llegar a un acuerdo sólo provechoso para él, por supuesto; me enseña a llenar planillas, a cómo presionarlos para que rebajen los precios y, por sobre todas las cosas, se encarga de que sepa bien cómo utilizar todos los víveres sin que haya derroche.

No lo dice de forma explícita, pero tengo el pase libre para mandarlos a la "jaula" si llegan a robarse algo de la empresa. No lo voy a decir en voz alta, pero no estoy a favor de su forma de hostigamiento tan poco ortodoxo. Además, pensar en ese mote me recuerda a la década que Annalisse estuvo encerrada.

Parece ser que ese hombre jamás va a entender que sus métodos no son para nada amables y lo confirmo cada vez que noto que no le tiembla el pulso si tiene que exterminar a alguien y con eso, a toda su prole. Si hay algo que odia, es a la gente incompetente que se cree que es todopoderosa.

Me pregunto cómo es que se llevaba tan bien con Hitler y Mussolini.

Estuvimos toda la mañana en su ala de trabajo, que se encuentra en un entrepiso a la que nadie tiene acceso y es tan grande como el laboratorio mismo. Está lleno de pantallas táctiles, paredes de vidrio, reactivos, un laboratorio para sí en el que una familia puede vivir cómodamente, cuenta más o menos con siete computadoras que no dejan de funcionar incluso si hay cortes de luz y una AI nos da la bienvenida apenas ponemos un pie en este lugar.

Adán camina campante una vez que me deposita bien en mi propio sillón. Uno que mandó a hacer a mi medida y gustos, según tengo entendido.

―¿Entendiste lo que te dije sobre las compras internacionales?

Espabilo cuando oigo su suave y cantarina voz. Está leyendo unos documentos en una pantalla y pasa las páginas de manera táctil y con gesto despreocupado. Ni siquiera se gasta en mirarme a los ojos, aunque debe saber bien que lo contemplo como si me hubiese dado una embolia cerebral.

―Sí, debo exigir menor precio por la situación económica actual en el país y es pertinente que estas compras sean manipuladas por un grupo reducido de personal para que no haya gastos extra. ―repito como un lorito entrenado.

Adán sonríe satisfecho y entrecierra los ojos.

―Sé que Marina estuvo contándote toda mi vida. ―ni siquiera me enfrenta cuando lo dice y yo siento que sudo frío. Empero, esboza una amigable mueca―. Está bien, ella quería alertarte y siempre está pensando en vos.

𝐴𝑛𝑛𝑎/𝑒/𝑙𝑖𝑠𝑠𝑒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora