45.

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Durante toda la semana dejé que Daniel se encargara del caso e intenté borrar de mi cabeza todas las ideas que se me iban ocurriendo, lo que estaba haciendo estaba mal.
El móvil sonó en el bolsillo de mi pantalón y aprovechando que estaba sola en la isla lo cogí tranquilamente.

—Eva Vaughan.

—Buenos días preciosa. ¿Te pillo ocupada?

— Nunca para ti, dime. ¿Todo bien? ¿Has vuelto a casa?

— Sí, he vuelto y por eso te llamo. Al volver habían entrado y han dejado un mensaje.

—¿Un mensaje? —Pregunté empezando a ponerme nerviosa.— ¿De quién?

— De quién no lo sé pero... el mensaje es para ti.

—¿Para mí?

—¿Te lo leo?

— Vale. — Dije en un susurro.

"La vida nos pone de nuevo en el mismo camino, pero esta vez me da que va a ser diferente. Nos vemos pronto, Eva."

Y... ¿Quién lo firma?

— No pone nombre solo pone una letra, la jota.

—La jota... ya...

—Eva.

— Dame un momento, ahora te llamo.

Colgué el teléfono con un nudo en la garganta, Jacob sabía que estaba metida en el ajo y había entrado en la casa de Daniel. Empecé a tener mucho calor y visualicé la piscina, me metí en ella con ropa y me calmó. Tenía que volver y solucionar el problema, cuanto antes, con Jacob en la cárcel estaríamos tranquilos.

Salí del agua y me quité la ropa escurriéndola al borde de la piscina, me quedé en ropa interior y escurrí mi pelo.

—¿Eva? —Escuché a mis espaldas.

Me giré viendo a Caleb venir hacia mí y a Sergio y Luis dándose la vuelta.

—¿Estás bien? — Caleb cogió mi cara y se aseguró de que le prestaba atención.

—Sí, solo necesitaba un baño rápido.

Me solté cogiendo la ropa tirada en el suelo y pasé al lado de los chicos para entrar, no me miraron y yo a ellos tampoco.

—Eva, espera. —Vino Caleb sin entender nada.

—Voy a darme una ducha y hablamos después, tengo algo que decirte.

Subí a la habitación y encendí la ducha, tardé un buen rato y me ayudó a pensar en la situación. Tenía que volver sí, pero tenía que ser cuidadosa o metería a todo el mundo en un lío. Enrollada en una toalla busqué ropa cómoda en el vestidor y cuando estuve lista bajé.
Nada más entrar en la cocina me encontré a los tres chicos sentados en la barra, nada más verme se hizo el silencio.

—Me vas a dejar. — Afirmó Caleb. —Es eso, ¿no?

—¿Qué? —Contesté sorprendida con todos los ojos puestos en mi.— No. Nada de eso. ¿De dónde te has sacado eso?

—Del "hablamos después". — Vi que hacía el signo de las comillas con sus manos.— Si no es eso, ¿qué pasa?

—Tengo que volver a casa. —Dije muy tranquila.

—Ya estás en casa, en nuestra casa.

Él se levantó de la silla apoyándose en la encimera y los chicos me miraban con asombro.

—Sé que esta es nuestra casa, pero tengo que volver un par de semanas.

—¿Por qué? —Preguntó Caleb.

—Porque tengo que ayudar a un amigo.

—¿A Daniel? ¿Por eso era la llamada de ayer? ¡Explícamelo Eva!

—Necesita ayuda con un caso, no puedo decirte más.

—¿¡Un caso!? ¡Estás de excedencia! No deberías estar ayudando en ningún caso.

—Lo sé, pero necesita mi ayuda, es importante.

—Importante... —Se tocó el pelo nervioso, dio un par de vueltas por la cocina y se colocó detrás de mí. — ¿Importante para quién? ¿Para ti o... para él?

No quería tener que responder a eso y decir que era importante hasta para él, guardé silencio.

— Contéstame o te juro que...

— Vamos a tranquilizarnos un poco. —Dijo Sergio cortando la frase de Caleb. — Deja que se explique, seguro hay un motivo.

—¿Que se quiera ir corriendo a los brazos de su amigo es un motivo? —Noté las manos de Caleb posarse en mi cintura y una corriente eléctrica invadió mi cuerpo. — Explícate antes de que pierda la paciencia.

— No me quiero ir a los brazos de nadie, ¿qué estás insinuando?

— ¡Que le ha faltado tiempo para llamarte y pedirte que vuelvas! ¡Y tú te vas!

—¡Es un caso!

—¡No deberías estar en ningún caso! ¿¡En qué estás metida Eva!?

Cuando nos dimos cuenta nos estábamos gritando el uno al otro y ese tono no nos iba a llevar a nada. Me separé de él quitando sus manos de mí y me senté en una silla, tenía a los tres en frente mirándome sin entender mucho. Luis me miraba con cara interrogante sabiendo de qué iba el asunto.

— No me voy con nadie y no voy dejarte Caleb, me voy unas semanas porque Daniel necesita ayuda, luego voy a volver aquí, contigo.

—No. — Sentenció.

—¿Perdón? —Contesté incrédula.— ¿Qué has dicho?

— Que no te vas.

Se marchó de la cocina y siguiéndole se marchó Sergio. Entendía el enfado de mi novio pero necesitaba marcharme.

—Ay Eva... parece mentira que no lo conozcas ya. Lo peor de esto es que lo que has dicho es la punta del iceberg e intuyo que estás metida en un lío de los buenos. ¿Me equivoco? —Negué con la cabeza. — Déjanos ayudarte.

—No puedo. —Y era la verdad.

— ¿Por qué no?

— Porque no quiero arrastraros conmigo.

— Te guste o no ahora estamos en el mismo barco, estás con Caleb y tus problemas son los nuestros. Acostúmbrate.

Se marchó dejándome sola en aquella cocina que por primera vez me parecía inmensa. Quería ir corriendo a los brazos de Caleb y decirle que todo iba a salir bien y que todo estaba bajo control pero ni yo lo sabía.

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¡Nos vemos en el siguiente capítulo!
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