15.

7.9K 361 17
                                    


Unos golpes en la puerta seguidos de unas pisadas hicieron que dejase de mirar por la ventana y me girase. Caleb me había subido un vestido largo y unos tacones a juego para que me vistiese y me los había puesto mientras veía cómo en la calle caía la tormenta del siglo. El día estaba triste y yo también. Me había dado una ducha mientras algunas lágrimas me caían por la cara desapareciendo con el agua, salí enrollada en una toalla con algunas ideas más claras. La primera era que pelear con Caleb no me iba a llevar a nada bueno, él mismo lo había dicho, no tenía nada que perder y yo demasiado. La segunda estaba relacionada con la primera, cuanto menos complicase las cosas antes terminaría todo.

—¿Estás lista? —Preguntó Caleb y asentí sin mirarle.

Tenía ganas de preguntarle de nuevo a dónde íbamos a ir pero me mordí la lengua y me repetí que todo acabaría pronto y sería ¿libre? Le seguí en silencio hasta el coche y entré después de que sujetara la puerta para mí, en el asiento me fijé que él también se había vestido de una manera muy formal. Caleb con un traje y corbata era como aquellas estatuas de los museos que siempre están rodeadas de gente y de artistas que miran diciendo lo bien que están esculpidas. Retiré mi vista antes de que él me pillase mirando y abroché el cinturón fijando mi vista en la ventana.

—¿Me dejas ver tu mano?

Extendí el brazo sin mirarle y cerré los ojos cuando retiró un poco el vendaje para ver la herida mientras hacía círculos con su pulgar la palma de mi mano.

—En unos días estará curado. — Me limité a asentir quitando mi mano de su regazo.

Con los ojos todavía cerrados dejé que el sonido de la lluvia y la carretera llenase mi cabeza vaciando todas las preguntas y todas las palabras que se amontonaban en la punta de la lengua.

—Eva, no te voy a decir qué hacemos aquí pero necesito que estés quieta y no montes ninguna escena. ¿Crees que podrás hacer eso? —Asentí, ¿es que me quedaba otra opción?

Cuando nos bajamos del coche no supe dónde estábamos, Caleb rodeó el coche y me agarró de la mano entrelazando nuestros dedos con cuidado. Aquel toque envió una corriente eléctrica por todo mi cuerpo y le seguí mientras se hacía paso entre la gente que nos miraba con detenimiento.

Aquel lugar parecía un bar normal y corriente al que iría perfectamente a tomar una cerveza pero ese sitio no tenía nada de normal, lo descubrí cuando abriendo una puerta pude ver un montón de hombres sentados en sofás, droga en las mesas y billetes hasta por el suelo.

— Vete a la barra y pídete una bebida, tengo algunas cosas que hacer, ahora vuelvo.

Me soltó la mano y me invadió el miedo, ¿aquella gente sabría a lo que me dedicaba? Caminé intentando no mirar demasiado a ninguna persona y me senté en la barra sin tocar nada, estaba segura de que hasta las servilletas estarían impregnadas en droga.

—¿Qué te pongo? — Habló un hombre detrás de la barra.

—Whiskey sin hielo, por favor.

Miré a aquel tipo preparar lo que le había pedido en un vaso cuadrado que deslizó por la barra haciéndolo llegar hasta mí. Lo cogí moviendo el contenido del interior pensando si beberlo de un trago y pedir otro o la botella incluso o si dejarlo ahí. <A la mierda> me dije. El líquido bajó por mi garganta escociendo un poco y levanté la mano para llamar al camarero de nuevo.

—Otro, de lo mismo. —Pedí. — Uno doble.

Repitió el mismo proceso y cuando me puso el vaso en frente lo agarré con fuerza entre mis manos para vaciar el contenido en mi boca.

— Deberías beber más despacio. —Escuché a alguien a mi lado y giré la cabeza para ver quién era el dueño de aquella voz. —¿Qué haces aquí?

Sin pruebas. ©️ ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora