25.

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Cinco horas después tenía una confesión escrita que pasé a mis compañeros y se marcharon para ver si era cierta la confesión. Esperé con Daniel en la sala contigua mientras los agentes llegaban al lugar que aquel hombre me había dicho.

— Lo has hecho muy bien.

—Gracias, ahora toca esperar a que encuentren algo.

—No sabía que también se te daban bien los interrogatorios.

—Ni yo. —Me reí.

—Tengo mucho que aprender de ti me parece a mi, Vaughan.

—Te cobraré por las clases. —Y con un guiño saqué el móvil que vibraba de nuevo.

Desconocido.
¿Grecia?
¿Tailandia?
¿Australia?

Eva.
Para, estoy trabajando.

Desconocido.
Podemos hablarlo cuando llegues.
¿España?

Eva.
No me voy a ir contigo.
Para.

Desconocido.
¿Por qué?

Vaughan. —Escuché a Daniel.

—¿Si?

—Estaban los explosivos, pero no conectados.

El móvil volvió a vibrar en mi mano y de reojo lo miré.

Desconocido.
Vamos a hablarlo.
Estoy en tu casa.

¿Me oyes?

—Sí Daniel, perdona.

—¿Todo bien? —Preguntó acercándose a mi.

—Sí. ¿Qué decías de los explosivos?

—Que han encontrado los explosivos robados, los tienen y se llevan al sujeto ya. Buen trabajo.

—Estupendo, necesito un poco de aire.

—Termino yo el papeleo, luego nos vemos. —Me dijo.

Y subí a la azotea a por un poco de aire fresco. La adrenalina hizo que estuviera concentrada en el interrogatorio pero una vez se pasa el efecto caes en picado. Noté mi espalda contracturada y mi cuello tenso. Me apoyé en la barandilla de la azotea y me concentré en respirar lentamente mientras mis pulsaciones volvían al ritmo habitual. Quería estar con Caleb, me producía el mismo efecto que la adrenalina pero luego mi lucidez volvía y sabía que no estaba bien.
Sopesé la idea de pedir un año de excedencia e irme con él a donde nos llevara la vida pero sabía que lo arrastraría conmigo y lo acabarían pillando y encerrando.

Eva
Llámame.

El teléfono no tardó en vibrar mientras una llamada entraba. Lo cogí, pero no hablé.

— ¿Estás bien cielo? —Me dijo cuando cogí la llamada. — ¿Eva?

— Caleb...

—Dime, ¿qué pasa?

—No quiero que nos veamos más, —cogí aire para poder decir todo, era lo mejor para los dos. —no me voy a ir contigo, ni ahora ni nunca.

—¿Qué estás diciendo? ¿Por qué no vienes y lo hablamos?

— Si cuando llegue a casa sigues ahí, serás arrestado. —Dije intentando contener las lágrimas.

—¿Me vas a detener? —Preguntó bajito con asombro.

—Yo no. Voy a ir a casa con Daniel y si estás ahí cuando vayamos te detendrá.

Y aunque no era verdad, necesitaba sacarlo de mi casa, si lo veía no podría pedirle que se marchara para siempre. Cobarde, sí. En mi cabeza me repetía una y otra vez que iba a ser lo mejor para los dos.

—¿Lo estás diciendo en serio Eva?

—Sí. —Dije en bajito pero supe que me había escuchado cuando lo escuché suspirar.

—¿Te gusta? Dime Eva, ¿te gusta más que yo?

—Sí. —Repetí intentando sonar creíble.

Y la llamada terminó.

Con lágrimas en la cara no supe si había tomado una buena decisión o no. Me tomé mi tiempo en aquella azotea, Daniel me llamó para saber dónde estaba y le dije que me había ido a casa, pero allí seguía, sentada en el suelo llorando. Y es que hay veces que es así, hay que soltar.

Bajé por las escaleras para no cruzarme con nadie y me colé en mi coche dejándome caer en el asiento. Conduje despacio por si acaso Caleb seguía en mi piso, reuní fuerzas cuando llegué a casa y subí deseando que ya se hubiera marchado.

Nadie. La casa estaba vacía, Caleb se había ido. Me metí en la ducha y lloré, no puedo decir cuánto ni siquiera puedo hacerme una idea de cuánto pero me quedé a gusto y me metí en la cama con los ojos hinchados. Me giré para apagar la luz de la mesilla y vi algo que brillaba, acercándome vi un anillo de oro blanco, el anillo de Caleb. Lo cogí mientras leía una nota que había escrita a mano;

"Tenías razón, no todo se compra con dinero."

Acaricié el anillo mientras lo deslizaba por mi dedo y me recosté en la cama, ¿qué significado tendría aquel anillo? Supongo que nunca lo sabría.

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¡Nos vemos en el siguiente capítulo!
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Sin pruebas. ©️ ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora