30.

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Me desperté esperando encontrarme a Caleb a mi lado, pero no fue así. Miré mi teléfono sin levantarme de la cama pero no tenía ningún mensaje, ¿y si se había marchado de verdad?

En mi mano seguía el anillo y poniéndome una bata me levanté de la cama. De camino a la cocina mis tripas rugieron pero escuché algo en el comedor. En silencio cogí la pistola que tenía en la cómoda del recibidor y entré al comedor apuntando. Allí estaba Caleb, con mi ordenador portátil en la mesa muy concentrado buscando algo y bajé el arma.

— Oh vaya... —Me dijo levantando las manos y yo me reí. — ¿Te he despertado? Si es así, no hace falta que me apuntes con la pistola, perdona.

Vaya, alguien se había levantado de buen humor... Le quité el cargador a la pistola y la dejé sobre la mesa.

—Eres idiota. —Le dije con una sonrisa. —Pensé que te habías ido.

—¿A dónde? —Preguntó curioso.

—No lo sé... ¿Qué haces con mi portátil?

—Buscando casas.

—¿Casas?

Me marché a la cocina para coger café y volví al lado de Caleb, vi las pestañas que tenía abiertas; casas enormes. Le di su café y con un guiño giró el portátil.

—¿Te gustan? —Me preguntó sin quitar la vista de la pantalla.

Y lo cierto es que eran bonitas, pero eran demasiado. Demasiado grandes, demasiado lujosas, ostentosas...

—Puedo mirar otras si estas no te gustan... —Me dijo al ver mi cara un poco descompuesta.

—¿Por qué me tienen que gustar a mí?

—Porque es para los dos.

Y recordé lo que le dije en el portal anoche "vale", dándole a entender que me iría con él. Lo cierto es que me invadió el miedo, a no verlo más, a que se marchase. Le dije que me iría con él sin pensar casi pero no me arrepentía. Durante el tiempo que estuve infiltrada pensé en coger ese año sabático y viajar, pero nunca pensé que lo iba a hacer con Caleb.

—¿Dónde has estado este año? —Me atreví a preguntar sin saber si la respuesta me iba a gustar.

— A unas calles de aquí, en un estudio que alquilé a un antiguo contacto mío. Y en algunas ciudades de Europa.

—¿Has estado todo un año aquí?— Le miré muy asombrada, si no me había seguido él, ¿entonces quién? —  ¿Y esa casa al lado de la playa?

— Sí. Cuando te dejé aquel día y me marché me puse a mirar casas como lo estoy haciendo ahora pero me sentía vacío y no tenía sentido comprarme una casa enorme para mí solo, ¿con quién la iba a disfrutar? Yo solo quería disfrutarla contigo.

—¿Y Jacob...?

—Jacob está metido en mil mierdas y una se cruzó contigo, no iba a dejar que sus problemas te arrastraran con él.

—¿Qué deuda tenías que pagar exactamente? —Y cuando pregunté eso me arrepentí en el mismo instante, se tensó.

—De mi hermano. — Supe que era terreno delicado y no insistí más pero él se animó a seguir hablando. —Debía mucho dinero y cuando murió alguien tenía que pagar esa deuda.

—Lo siento...

—No hay nada que sentir, cuando entras en esto sabes que acabar así es una de las posibilidades.

—¿Muerto?

—Exacto.

—Pues esas casas no me gustan mucho, —Dije de pronto volviendo a mirar al ordenador. — son demasiado grandes.

—Mejor, ¿no?

—No, campeón. ¿Es que vas a limpiar tú esas veinte habitaciones que tiene esa mansión?

—Pues no, cielo, y tú tampoco. Contrataré a alguien para que lo haga.

—¿Y no podemos mirar una más pequeña? Una para los dos...

—¿Dónde? ¿De verdad te vas a venir conmigo? — Preguntó alzando una ceja.

—No lo sé... Alguna isla estaría bien. —Dije de broma. — Y sí, me voy contigo.

—No se diga más. —Se levantó y se marchó haciendo unas llamadas.

Me quedé mirando el portátil con aquellas casas, no me creía lo que estaba a punto de hacer. Me vestí, limpié la casa y llamé a mi familia, si quería pedir un año de excedencia tenía que ir a las oficinas. Llamé a Daniel justo cuando Caleb entró por la puerta, estaba en altavoz mientras yo me hacía una coleta alta y supe que esto no le iba a hacer ninguna gracia.

—Hola preciosa. —Caleb se paró en la puerta mirándome con cara de pocos amigos cuando escuchó a Daniel hablar.

—¡Hola! ¿Tomamos un café? —Pregunté y Caleb se acercó a mí peligrosamente. —Voy a ir a la oficina en un rato, ¿estás por ahí?

—Sí, me pillas saliendo de casa. Aquí te espero, también está León.

—Estupendo, ahora nos vemos.

Caleb estaba de brazos cruzados mirándome serio y me recordó a la primera vez que lo vi. Colgué el teléfono y me moví pero no me dejó pasar, estaba claro.

—¿A dónde vas? —Me preguntó y yo copié su postura cruzándome de brazos también.

—A la oficina.

—¿A la oficina o a tomar café con tu compañero?

—Ambos.—Contesté en el mismo tono.

— ¿Para qué?

—¿Cómo que para qué Caleb? Porque me apetece quedar con mi amigo para tomar café y porque tengo que ir a la oficina a pedir una excedencia de un año, no sé si te acuerdas de esa parte.

—Tu compañero... —Estaba inseguro y lo noté.

—Deja esos celos Caleb.

Le di un beso en los labios y cogí la pistola de la mesa, busqué la placa en mi habitación y volví al comedor para despedirme.

— No quiero sus manos cerca de ti, Eva. — Me reí. — Lo digo en serio.

—Vale, yo se lo digo. — Me reí.

Su cuerpo se pegó al mío y sus manos rodearon mi cintura, me gustaba tenerle cerca pero en aquel momento no era para nada bueno.

— ¿Crees que te lo digo de broma, Eva?

— Creo que lo dices muy en serio, White. — Susurré.

Cuando estaba tan cerca de él todo mi aire lo consumía Caleb.

—Vale. —Dijo serio para después desaparecer por la puerta.

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