55.

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Me acerqué controlado mis respiración con cada paso que dábamos, estábamos lo suficientemente lejos para que no nos vieran ni escucharan pero lo suficientemente cerca para no fallar ningún disparo. Miré a los objetivos, estaban relativamente cerca y agachándome un poco coloqué la mirilla. Mi primer objetivo era Jacob que seguía apuntando a Caleb mientras este se retorcía en el suelo. Cerré los ojos unos segundos pensando en aquel te quiero de Caleb, en nuestra casa y en lo perdidamente enamorada que estaba de él. Me giré para mirar a mi equipo y asentí, estaba lista.

Cogí una bocanada de aire, no me podía permitir fallar nada y me repetí mentalmente que podía hacer aquello. Abrí los ojos lentamente y dejé de escuchar a mi alrededor. De pronto el viento no hacía ruido, las hojas de los árboles no se movían y solo podía ver a Jacob dándole una patada a Caleb en el estómago mientras él tosía sangre. Tres, dos, uno... Todo parecía ir a cámara lenta desde que la bala salió de mi arma hasta que impactó en la cabeza de Jacob, un tiro limpio casi impoluto. No me lo pensé y un segundo después cayó al suelo otro de los hombres mientras mis compañeros hacían sus tiros y aquellos hombres iban cayendo al suelo uno a uno. A mi último tiro le acompañó el silencio de la noche mientras los hombres de Caleb se tiraban al suelo buscando cobijo.

Tiré mi arma al suelo y corrí hacia Caleb, lo vi con los ojos cerrados y la cara llena de sangre, pero seguía vivo.

— ¡Traed el coche! — Grité. — ¡Volvemos a casa, llamad a un médico! ¡Rápido! ¡Es para hoy!

— Eva... — Me dijo Caleb. — Te dije que no salieras...

— Shhh... No hables amor, estoy aquí. —Le dije.

Acaricié su pelo y me incliné para besarle, me levanté y fui directa hacia Jacob, quería asegurarme de que no respiraba. Le quité el arma a uno de los hombres de Caleb y volvía a disparar a Jacob en la cabeza una y otra vez. El sonido de unos coches empezó a llegar a mis oídos, iban muy rápido y me giré apuntando con mi arma. La adrenalina corría por todo mi cuerpo y estaba lista para volver a disparar, pero de allí nos íbamos con vida.

— Baja el arma Eva, son nuestros coches. — Me dijeron, pero no lo hice hasta que vi quién se bajaba. — ¡Vámonos!

Llegué hasta Caleb y le ayudé a levantarse mientras caminábamos hasta el coche y le metían en los asientos traseros. El médico ya estaba de camino a la casa y atendería a Caleb nada más nosotros llegásemos. Apoyé su cabeza en mis piernas todo el camino mientras iba pidiéndole incluso al mismísimo diablo que lo salvara. Cuando llegamos a la casa bajaron a Caleb del coche metiéndolo en una habitación, intenté seguirlos pero me cerraron la puerta en las narices. Dentro no se escuchaba nada y el efecto de la adrenalina empezó a desvanecerse unas horas después, mis piernas flaquearon en aquel pasillo donde no paraba de andar el círculos y me deslicé por la pared. Lloré, de pena y rabia mientras mi cuerpo temblaba.

— ¿Por qué no vas a darte una ducha? — Escuché decir a Sergio. — Estás llena de sangre, va a venir un médico a verte.

— Estoy bien.

— ¿Esa sangre es tuya? — Y no lo sabía pero no sentí dolor, sería la sangre de Caleb. — Vamos, levanta y deja que te examinen.

— Caleb está ahí, no me pienso mover de aquí.

Se sentó a mi lado y me miró, no me importó que me viera llorar, en ese momento no me importaba nada de todo eso.

— Están limpiando y deshaciéndose de los cuerpos, ya ha terminado todo.

Luis vino poco después con el médico pero no quise moverme del sitio, quería ver a Caleb y la espera me estaba matando.

— Estoy bien, es sangre de Caleb. — Dije.

— Voy a quitarte el chaleco antibalas y vamos a dejar que el médico te examine rápidamente. ¿Vale? — Me dijo Sergio con una voz muy paternal.

No tenía fuerzas para discutir y asentí. Con cuidado me sacaron el chaleco y el médico se agachó para hacerme algunos chequeos mientras Sergio le ayudaba.

— Está bien, — Empezó a hablar aquel señor que me examinaba. — la sangre no es suya. Te voy a dejar algo recetado por si no puedes dormir o si tienes algún episodio de...

— No necesito pastillas. ¿Puedo pasar a ver a Caleb? — Me quejé pero me ignoraron.

— Iré a por las pastillas. — Dijo Luis marchándose de allí con el papel en la mano.

Me levanté del suelo y cogí el manillar de la puerta, lo giré pero no abría y aporreé la puerta, nadie me respondió.

— No te van a abrir. — Dijo Sergio intentando que me separase de la puerta.

— Entonces tiraré la puerta, aparta. — Dije muy decidida. — Necesito verle.

— Le has salvado la vida, nos la has salvado a todos, deja que los médicos le ayuden. Tienes que ducharte y quitarte la sangre del cuerpo. — Me crucé de brazos. — Si te duchas hablaré con los que hay dentro para que te dejen entrar a verle.

— Como me estés mintiendo... — Le señalé con un dedo.

— No lo hago. Te llevarán ropa limpia para que te cambies.

Me marché por el pasillo buscando una habitación donde poder ducharme, entré en la primera que vi y abrí el grifo de la ducha metiéndome con ropa. El agua fría empapó mi cuerpo y tirité, no sé si de frío o de miedo. Me quité la ropa poco a poco y dejé que el agua se llevase las manchas de sangre.

Cuando terminé envolví mi cuerpo en una toalla y salí a la habitación, habían dejado un pantalón de chándal y una sudadera, era ropa de Caleb. Me sequé y me vestí rápido.

Salí de la habitación muy decidida para buscar a Sergio y asegurarme de que cumplía la parte de su trato. La casa era más grande de lo que me esperaba y no podía encontrarlo.

— Aquí estás, — dije cuando lo vi salir de la habitación de Caleb. — te toca cumplir a ti.

— Antes de que entres tengo que avisarte de que no está bien, le han dado calmantes para el dolor y está dormido.

— No me importa, quiero estar con él. ¿Ya puedo pasar?

Asintió y le esquivé para abrir la puerta que esta vez estaba abierta.

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¡Nos vemos en el siguiente capítulo!
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