Capítulo 22 - El adiós

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Al llegar al hospital, hablé con el director antes de irse, me comprometí a trabajar horas extras y sin goce de sueldo. Él no tuvo problema en acceder y me dejó ir a trabajar. La noche estuvo tranquila, fueron unas cuantas personas que llegaron al área de emergencias, pero afortunadamente ninguna grave, todas fueron controlables. Me sentía de buen ánimo, incluso las horas se me fueron volando, ya era de madrugada y Edward estaba ahí esperándome para ir a cazar.

Mientras iba en el coche, repasé todo lo que había sucedido los días anteriores. Mi furia, desesperación, mi recorrido, el encuentro con Lucius, después Esme al momento de llevarla a su habitación, la despedida y por último, lo que había sucedido con el anillo y el comentario que había hecho. Había experimentado demasiadas cosas en tan poco tiempo, quizás cualquier otro ya hubiera perdido la razón.

-Lamento que te hayas sentido así –dijo Edward al momento de bajar del coche–. Te escuché en algún momento pero no quise interrumpirte, sabía que querías desahogarte y por eso no te seguí.

-Gracias. Edward... sobre lo de ayer...

Ya sabía a lo que me refería. Desvió la mirada y dio media vuelta.

-Bueno.... lo único que ella comentó, fue que había rechazado a Anthony.

Me quedé pensativo por unos segundos, me preguntaba por qué lo había rechazado. Miré a Edward y él suspiró.

-Será mejor que más tarde hables con ella. Debo ir a cazar. Te veré después.

Asentí y desapareció. Deduje que él sabía el motivo, aunque ella no le hubiera dicho, lo hubiera leído en sus pensamientos.

No seguí dándole vueltas al asunto y fui a cazar. No tenía mucha sed por eso sólo cacé un par de venados que encontré a mi paso y después regresé al auto. Edward demoró más tiempo pero no tuve problema en esperarlo.

Más tarde en la universidad, recordé que Louis partiría ese día, iría a verla después de clases para despedirme de ella. Antes de comenzar mis clases, fui a la oficina del decano donde Jane acomodaba sus cosas, al parecer, estaba llegando.

-Buenos días Jane.

Se sobresaltó y tiró algunas cosas, me acerqué y la ayudé a recoger.

–Lamento haberla asustado.

-No, no se preocupe. Estoy bien.

Nos pusimos de pie y dejamos las cosas en el escritorio.

–Y dígame, ¿en qué le puedo ayudar? Aún es temprano para su cita con el decano –ella se acercó más a mí disimuladamente.

-Sólo quería informarle que no hablaré con el decano. Ya no es necesario.

-¿Está seguro?

-Absolutamente –le sonreí.

-Bien, en ese caso, no hay nada que hacer. El decano no sabía de esa cita, le iba a informar en cuanto llegara, pero ya no es necesario, como usted dice.

-Perdone por la molestia.

-No es ninguna molestia, sabe que puede recurrir a mí para cualquier cosa que se le ofrezca –sonrió ampliamente.

No imaginaba lo que ella estaba pensando en ese momento y no quería saberlo.

-Es muy amable, me retiro ya que mi clase va a comenzar. Que tenga buen día, Jane –tomé su mano y le di un beso en el dorso.

-Igualmente profesor –suspiró mientras yo salía de la oficina.

Llegué al salón de clases, era el grupo de Charlie. Él se encontraba en la primera fila, podía ver claramente la cara larga que traía, me miró con tristeza cuando entré al salón. La revisión de los trabajos finales se llevó toda la clase. Di algunas explicaciones sobre algunos puntos que contemplaba en la investigación y que varios tenían dudas. Al final, me despedí de la misma manera en que lo hacía todos los días y salí del aula. Charlie no tardó en alcanzarme.

El día que cambiaste mi eternidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora