Ya habían pasado más de dos meses desde que salí de casa, dejando a Esme al cuidado de Edward. Esme en muy contadas ocasiones había hablado conmigo por teléfono; era Edward quien me mantenía al día sobre lo que sucedía con ella.
Sabía que la relación de Esme y Anthony iba muy bien. Edward no me daba tantos detalles pero con lo que me decía era suficiente para suponerlo, como en ese momento, que ella se encontraba desde hacía una semana en su casa.
Dos días atrás había hablado con Edward, regresaría a casa antes de lo previsto. Mis clases las había descuidado por las conferencias que me dediqué a impartir después del congreso. Debía regresar ya que era fin de cursos y no sabía qué tan bien habían aprendido mis alumnos en mi ausencia. Muy en el fondo de mi ser, también quería regresar para verla de nuevo, era masoquismo puro pero era inevitable, ansiaba ver su sonrisa, sus ojos, escucharla hablar y contemplarla en su totalidad.
Me despedí de todos los colegas que me habían acompañado en las conferencias que habíamos impartido y salí rumbo a la estación de trenes. Subí al mismo tren en el cual Louise había regresado hacía un mes atrás. Ella no podía acompañarme ya que no fue solicitada para las conferencias, su asistencia sólo duró lo mismo que el congreso. Aún recordaba el día que nos despedimos; ella me había besado y yo no le había correspondido, sin embargo, en un instante de debilidad, confundí su rostro con el de Esme y la besé intensamente a lo cual ella respondió de la misma manera. Me sentí fatal después ya que se había ilusionado enormemente, tenía que hablar con ella en la primera oportunidad.
El viaje en tren fue estresante. Me sentía ansioso y nervioso, gracias a esa pequeña y frágil humana que me había robado el corazón inerte que se encontraba dentro de mí. Todo mi ser parecía girar alrededor suyo y lo peor del caso, es que no estaría a mi lado. Me debatí en cómo la saludaría cuando nos viéramos frente a frente, lo que ella diría y haría. Quería llegar y a la vez no, no quería ser lastimado, no quería escuchar nada de su relación con Anthony, quería escuchar de ella, sólo de ella y nada más. El resto del mundo era insignificante comparado con ella, de alguna manera, se había convertido en mi mundo. Sabía que no era correcto pero ya era demasiado tarde, ya estaba adentro y no quería salir.
Soñaba despierto, la imaginaba a mi lado con Richard en mis brazos, estando juntos como una familia, claro, Edward también estaría incluido. Seguí divagando esas ideas absurdas hasta llegar a la ciudad. Tomé un taxi para llegar a la casa, Edward se había ofrecido pero no quise interrumpir un curso nuevo que estaba empezando a tomar. Iba tranquilo en el asiento de atrás, ya que aún no era momento de verla porque estaba en casa de... él.
El taxi dobló la esquina y se aproximó a la casa, había un coche estacionado y dos personas junto a él, eran Esme y Anthony. Justo en ese momento él acarició el rostro de ella y la besó, era lo último que espera ver a mi regreso. Me mordí el labio para no decirle al chofer que se detuviera y diera vuelta.
-La próxima vez que vayas a mi casa, será para quedarte para siempre –le susurró.
Imaginé a qué se refería.
Las luces del auto los enfocó haciendo que se separaran. El taxi se detuvo, le di un billete al chofer y bajé con las maletas. Intenté poner la mejor cara posible aunque me estaba costando. No esperaba que esa fuera la primera escena a mi regreso, al parecer a ellos tampoco ya que se veían muy sorprendidos, sobre todo Esme. Me acerqué a ellos a paso lento.
-Buenas noches a los dos –miré a Anthony y después a Esme.
Ella aún no salía de su asombro.
-Buenas noches, Carlisle –Anthony se veía muy serio.
Definitivamente no le agradó que estuviera ahí.
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El día que cambiaste mi eternidad
RomansaÉl, un vampiro que trabaja como maestro de medicina y doctor en un hospital. Pasa sus días con su compañero Edward. Todo es calma hasta que encuentran a la pequeña humana, Esme. Su vida dará un vuelco por todo lo que irá surgiendo dentro de él. Este...