Capítulo 4 - El regreso

30 4 1
                                    

El sol comenzó a bajar; estábamos a menos de una hora de llegar y la emoción poco a poco creció en mí. Miré el asiento de Louise, tenía apuntes por todas partes y el libro estaba junto con todo lo demás. Parecía estar haciendo varias cosas a la vez; hablaba para sí misma, yo no la interrumpí. Esperaba que algún día encontrara a alguien y se olvidara de mí. 

Noté que ya estábamos en la ciudad gracias a las casas, bodegas, árboles y el acantilado que se encontraba a la entrada de la ciudad. Guardé mi libreta de apuntes y verifiqué que todo estuviera listo.

-Estamos por llegar, deberías guardar todo.

-Ya casi termino –escribía algo–. No puedo dejar esto a medias.

-Sabes, puedes conocer a Esme ahora, te la puedo presentar.

Noté la tensión en su cuerpo, al oír mi propuesta.

-Eh... no lo creo, la señora Smith me va a estar... esperando con el taxi. Ya nos conoceremos en el baile –me miró un instante y continuó con sus notas.

Volteé para bajar mi maleta.

–Aún no estoy lista para conocerla.

Escuché el leve susurro para desgracia de ella pero no dije nada.

Minutos más tarde llegamos a la estación. Louise aún tenía algunos apuntes en el asiento.

-Déjame ayudarte –tomé uno de los apuntes.

-No, no te preocupes. Ya deben estar esperando por ti –tomó el apunte que tenía en mi mano–. Esto es rápido. Anda, te veré mañana en la universidad –meció las manos hacia la puerta.

-Entonces te veré mañana –me acerqué y le di un beso en el pelo–. Me la pasé muy bien con tu compañía.

-Yo también –giró rápidamente y siguió recogiendo las cosas.

Pude notar sus mejillas rosadas.

Tomé la maleta y salí al pasillo.

-Edward, estoy al final del tren.

No quería que se demoraran en encontrarme. Salí y pude verlo, caminaba a prisa. También la vi a ella, estaba más atrás pero logré ver su sonrisa, estaba bella. Edward llegó hasta mí y nos abrazamos.

-Me alegro de verte Edward. Los extrañé a ambos. Gracias... gracias por cuidarla, estoy infinitamente agradecido contigo.

-También me alegro de verte Carlisle y no tienes nada que agradecer, ha sido toda una experiencia estar con ella, es maravillosa.

Nos separamos y ambos la miramos mientras avanzaba hacia nosotros. Se detuvo a unos cuantos centímetros. Quería abrazarla pero me contuve.

-Hola Esme –tomé su mano y la besé.

Su aroma casi me embriaga, sonreí por esa reacción en mí.

-Hola Carlisle. Bienvenido, espero que no haya sido pesado tu viaje.

-Hemos viajado muchas horas en tren antes, ¿verdad Edward? Esto no fue nada –miré a Edward-. Vamos a casa, ya quiero estar ahí.

-Es verdad. ¿Les parece si vamos a casa?

Esme y yo asentimos al mismo tiempo. Creo que pensó lo mismo. Edward se adelantó mientras ella y yo caminábamos juntos a paso lento. Recordé mi paseo ideal con ella, fue doloroso tenerla a mi lado y no poder hacer nada.

Llegamos al coche, le abrí la puerta y le ofrecí la mano para que se apoyara, la tomó y entró a la parte de atrás del auto. Subí a la parte delantera y fuimos a casa. Todos íbamos silenciosos. Al llegar, me mostraron el piano que ya se encontraba dentro de la habitación, Esme me mostró el boceto con el cual decoraría la habitación, me parecía perfecto todo lo que decía.

El día que cambiaste mi eternidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora