Capítulo 35 - La decisión

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El día siguiente fue un completo infierno. No comía ni bebía nada de lo que le llevaran, se portaba agresiva con las enfermeras y forcejeaba con ellas para poder ingerir los alimentos, incluso Marie tuvo problemas con ella. Cuando se quedaba sola, se hundía en una completa depresión, lloraba sin cesar y desconsoladamente. Me mataba el no poder ayudarla con su sufrimiento, estaba siendo un calvario para mí y no dudo que para ella también. En algún momento del día, fui a visitar a Erick pero antes, me encontré con Jackson y me platicó lo que sucedió:

-Al cabo de dos segundos de haber entrado a su habitación, me acusó de traer el color negro en mis pantalones y zapatos. Decía que le recordaba la idea del duelo y que estaba equivocado porque su hijo estaba vivo. Me gritó y comenzó a golpearme. Estaba hecha una fiera incontrolable. Tuvimos que administrarle un sedante, es más, antes de que surtiera efecto, atacó a Erick porque su pantalón era oscuro –se rascó la cabeza antes de continuar-. Nunca había visto una paciente así. Lo lamento mucho, Carlisle –apretó los labios.

-Gracias por decirme todo esto –hice una mueca y me retiré hacia el consultorio de Erick.

Al llegar, él hablaba con su asistente. Ambos me miraron cuando crucé la puerta.

-Carlisle, que bueno que ya estás aquí. Entremos –señaló la puerta de su despacho y entramos.

-Vaya que ha resultado muy afectada tu pariente. Quería intentar el método catártico con ella, pero no parece estar muy cooperativa –se sentó frente a mí.

-¿Alguna otra cosa? –pregunté no mostrando la angustia que me devoraba.

-Mmmmm bueno... quizás tú nos puedas ayudar hablando con ella. Es tu pariente y debe tenerte confianza.

Recordé cuando le di la noticia de Richard, ella me odiaba y no creía que fuera buena idea.

-En verdad quiero ayudar pero en este momento si yo me presento ante ella, podría empeorar. Fui yo quien le dio la noticia de su hijo. Sin embargo, vendrá un hombre a verla, su nombre es Anthony Goldsmith, puede ser la persona que nos ayude.

-¿Cuándo estará aquí? –preguntó interesado.

-No lo sé. Pero cuando llegue, inmediatamente deben llevarlo hasta ella –dije casi con ruego en la voz.

-Muy bien. Mientras tanto, aumentaremos la dosis del medicamento –abrió una carpeta frente a él y escribió.

-Erick, ¿podemos intentar alguna otra cosa que no incluya más medicación? –no me agradaba que tomara más medicamentos. No en todos funcionaban de la misma manera.

Me miró con una mueca en los labios.

-Podemos intentar con la hipnosis.

-¿Puedes hacerlo ahora mismo? –la desesperación ya se estaba siendo presente en mi voz sin poder evitarlo.

-Carlisle, necesito preparar todo. Lo haremos en la tarde noche. Tengo otros pacientes que atender –cerró la carpeta con un poco de fuerza.

No tenía caso seguir insistiendo, era muy obstinado.

-Entonces será más tarde. Gracias y con permiso –le di la mano y salí del lugar.

La agonía que sufría por el tiempo que parecía avanzar muy lentamente, estaba haciendo mella en mí. Iba de un lado a otro por todo el hospital. En cualquier rincón la podía oír llorar y llamarlo. Desafortunadamente, Edward no estaba cerca para poder quedarse y yo salir de ahí, porque quizás no aguantaría mucho y comenzaría a perder la razón.

Por fin escuché que Erick estaba listo con todo lo que necesitaba e iba rumbo a la habitación de Esme. Llegué mucho antes que él hasta la puerta. Él y dos enfermeros entraron, yo aguardé fuera para que ella no me viera. Se cerró la puerta y traté de captar todo lo que ocurría, a través de los sonidos.

El día que cambiaste mi eternidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora