No esperé a que amaneciera, salí de la casa y tomé el auto de Edward. Mi coche estaba infestado del aroma de Anthony y era lo que menos quería oler en ese momento. Me dirigí al hospital para distraerme. Cuando llegué, había mucha movilización debido a un accidente de camiones de pasajeros. Habían chocado y había muchos heridos. Algunos tenían raspones, otros presentaban fracturas y unos cuantos estaban en estado grave o crítico. Me solicitaron operar a los más graves junto con otros doctores. Duramos horas dentro del quirófano. Los primeros cuatro pacientes que operamos estaban fuera de peligro pero el último paciente no resistió y murió. Había hecho todo lo posible pero su corazón no lo toleró, desafortunadamente gajes del oficio. Esa era la parte que no me gustaba de mi trabajo, todo mi esfuerzo invertido al final se reducía a nada. Lo peor es que tan sólo era un niño de quizás diez u once años; su madre iba con él en el autobús pero ella sólo tenía fracturado el brazo y unas costillas. Iba a ser difícil darle esa noticia.
Fui a la cafetería para meditar un poco lo que iba a decirle a la madre del niño. Peter se sentó en la misma mesa que yo, había estado junto conmigo en la operación del pequeño.
-Va a ser un golpe duro para la madre del niño –giró su taza de café con ambas manos–. ¿Estás bien?
-Sí. Sólo estoy pensando lo mismo que tú –dije sin levantar la mirada.
-No te preocupes, Jeff ha dicho que somos un par de gallinas y ha ido a hablar con la madre.
Levanté la mirada en sorpresa ante el comentario. Jeff también había estado con nosotros en la operación. Era un médico muy frío, no era difícil para él dar ese tipo de noticias.
–Ve a casa Carlisle, me he enterado que llevas más de doce horas aquí, necesitas descansar.
Recordé a Esme y mi problema con ella, al momento de escuchar la palabra "casa".
-Gracias, lo haré –dije sin muchos ánimos.
Mi mente había olvidado el asunto de Esme, demasiada distracción había ayudado, pero ahora, volvía a estar enojado.
Manejé a casa con la velocidad normal, no tenía prisa. Llegué y escuché a Edward tocando el piano. Vi mi coche y me causó molestia. Probablemente, me desharía de él en la primera oportunidad que tuviera. Entré a la casa y fui a encontrarme con Edward. Tocaba la melodía que estaba componiendo.
-Hasta aquí escuché los gritos en tu cabeza –dijo sin levantar la mirada de las teclas.
-No lo entiendo, ¿por qué lo hizo? –Iba de un lado a otro del cuarto como león enjaulado– ¿por qué lo permitió?
-Simple, pregúntale directamente –me dirigió una mirada rápida.
-Por supuesto que hablaré con él. Es una falta grave la que ha hecho –me acerqué al piano y miré a Edward fijamente–. No permitiré que nadie le falte respeto a Esme.
-Yo creo que tuvo una razón para hacerlo. Lo que he podido "leer" acerca de él, me hace dudar un poco sobre lo que hizo –dejó de tocar.
-Si la tiene, quiero saberla –escuché unas voces y miré hacia la puerta, reconocí a ambos inmediatamente-. Aprovecharé para hablar de una vez con él.
-Mmm...
Edward estaba pensativo, como si tratara de entender algo.
–¿Sucede algo malo?
-Es ella... está triste y desanimada.
Lo miré extrañado. Escuché que Anthony le preguntaba sobre nuestra discusión, ella no le comentó nada y eso me molestó.
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El día que cambiaste mi eternidad
RomansaÉl, un vampiro que trabaja como maestro de medicina y doctor en un hospital. Pasa sus días con su compañero Edward. Todo es calma hasta que encuentran a la pequeña humana, Esme. Su vida dará un vuelco por todo lo que irá surgiendo dentro de él. Este...