El cielo lloraba por mí. Las lágrimas que no podía derramar eran reemplazadas por cada una de las gotas que caían del torrencial. Llegué a la casa y me hundí en la cama de mi habitación. Ahí pude externar todo el dolor que me envolvía como llamaradas a mi alrededor. Grité hasta sentir una pizca de mejoría, entonces comprendí que el sentimiento no iba a desaparecer como humo.
Esme ocupó mi mente y decidí que tenía que regresar al hospital. Muy a mi pesar, me aseé y tomé el auto. Viajé lo más lento posible hacia lo inevitable. Ella debía saberlo y yo debía decirle, nadie más.
Llegué a su puerta pero no abrí inmediatamente. Mi frente y mi mano derecha se posaron sobre la puerta mientras que la otra mano la tenía en el picaporte. Respiré profundamente varias ocasiones, me preparé en todos los sentidos para entrar. Me separé de la puerta y abrí; entré rápido para evitar su mirada y le di la espalda.
-Hola Carlisle, estaba ansiosa por verte. Ya quiero estar con Richard y darle las buenas noches.
Su comentario fue como un gran empujón hacia el cuchillo clavado en mi corazón; haciendo que se hundiera hasta el fondo y lo traspasara. Me acerqué lentamente a la cama con la mirada hacia el suelo, llevaba los puños apretados.
-¿Sucede algo Carlisle?
Noté nerviosismo en su tono de voz.
No tuve el valor de verla a la cara, llegué hasta ella y la abracé.
-Carlisle... me asustas, ¿qué sucede?
-Esme... lo lamento... es Richard –se me quebró la voz sin poder evitarlo.
Su corazón se aceleró y comenzó a temblar.
-No –dijo en un leve suspiro– No... -comenzó a negar con la cabeza– No Carlisle... -alzó un poco la voz– Dime por favor que no... -sujetó mi bata a los lados– No, no, no... -Su llanto no se hizo esperar– ¡Es mentira! –Nuevamente alzó la voz- ¡Es mentira! No puede ser que él esté... -Comenzó a forcejear– Iré a verlo, necesito verlo –me empujaba intentando separarme de ella–. ¡Déjame ir! ¡Déjame ir! –Sus palabras ahora eran gritos.
-Por favor, Esme... -La abracé un poco más.
-¡Suéltame! ¡Déjame ver a mi bebé! ¡Suéltame! ¡Mi hijo está vivo! ¡VIVO! -Recalcó.
Ahora comenzó a golpearme.
-Yo también desearía que estuviera vivo –me separé y la sujeté de los hombros.
Ella hiperventilaba y su rostro estaba bañado en lágrimas.
-Lamento no haberlo salvado –hablé con amargura.
Ella me miró con rabia.
-Te odio.
Sus palabras me inmovilizaron.
-¡Te odio!
Me dio una bofetada. Había visto el movimiento venir pero no la detuve ni esquivé su mano, al contrario, expuse el rostro y aflojé el cuerpo para que ella no se lastimara.
–¡Te odio! ¡Te odio! –Me dio una bofetada y otra más.
No la iba a detener, sentía que merecía todo lo que hacía y sentía.
–¡Lo dejaste morir! ¡Te odio! –Golpeó mi pecho con las manos cerradas.
Siguió golpeándome y gritando que me odiaba. Forcejeaba para soltarse y salir corriendo pero eso era lo único que no le permití hacer. Quería absorber todo el dolor y tristeza que estaba sintiendo y que no sufriera pero eso era imposible.
Así continuó por mucho tiempo hasta que se cansó, ya no tenía energías para moverse y gritar, susurraba las palabras y chillaba. La abracé y la cargué para acomodarla en la cama.
-Vete. Déjame sola –miró hacia la nada, su expresión era dura–. No quiero verte.
-No te voy a dejar –tomé su rostro e hice que me mirara.
Había una expresión en su rostro, que nunca había visto en ella. Sus ojos estaban llenos de rabia.
-No te quiero volver a ver, aléjate de mí –se inclinó hacia mí y me miró fijamente.
Pude sentir su ira y rabia salir por sus ojos azules que ya no brillaban. La mujer que me miraba no era la Esme que había conocido, era otra completamente diferente. Sus palabras habían terminado conmigo, nunca creí que algún día llegaría a escuchar esas palabras de su boca. Me estaba haciendo pedazos.
O tuve remedio y acepté sus palabras. Me puse de pie y me separé de ella, toqué el timbre para llamar a una enfermera que llegó en unos segundos.
-No la deje sola por ningún motivo. Está teniendo una crisis emocional –dije lo mejor que pude.
-Entendido doctor –ella asintió.
Miré a Esme antes de salir, ella también lo hacía pero desvió la mirada inmediatamente. Salí de la habitación, esperé recargado en la puerta para tomar fuerzas, ya que estaba por desmoronarme. Escuché que Esme comenzó a llorar nuevamente, no lo iba a resistir, así que me alejé inmediatamente de ahí.
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Hola de nuevooooooooo!!!
Perdón por el retraso pero estoy teniendo problemas con mi cuenta.
Disculpen y nos vemos pronto.
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El día que cambiaste mi eternidad
RomansaÉl, un vampiro que trabaja como maestro de medicina y doctor en un hospital. Pasa sus días con su compañero Edward. Todo es calma hasta que encuentran a la pequeña humana, Esme. Su vida dará un vuelco por todo lo que irá surgiendo dentro de él. Este...