XVIII

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ALEC

Miré la puerta metálica de color negro por un par de segundos, dudando entre llamar al timbre o dar media vuelta y regresar por el pequeño sendero de piedras, aunque verdaderamete sabía que ella ya había notado mi presencia. Minutos después cuando mi dedo índice hizo presión en el pequeño botón, el peculiar aroma de Brenna inundó mis fosas nasales.

— Estaba esperando a que te atrevieras a llamar — añadió cuando la puerta fue abierta de par en par; evalué con mi vista su atuendo, llevaba un vestido color verte oliva por debajo de sus rodillas y unos altos tacones negros adornaban sus pies, a diferencia de cuando la había visto hace tan sólo dos días atrás, esta vez su rostro estaba maquillado de manera sutil, haciendo resaltar sus ojos azules.

— No siento que sea muy apropiado — murmuré, aferrándome a la botella de vino que sostenía en mi mano.

— Eres bienvenido — contradijo con una amable sonrisa —, anda pasa, los niños y Lorenzo están en el patio — asentí sin saber muy bien qué decir, aun no me hacía la idea de estar en la casa de mi primer amor, a quien en un momento le había prometido que un anillo adornaría su dedo anular, y que ahora estaba casada por segunda vez.

Detallé cada aspecto de la casa hasta que llegamos a una amplia cocina iluminada por enormes ventanales que daban hacia un extenso patio, lugar en el que un humano y dos niños correteaban por el verde y reluciente césped.

— ¿Él es..?

— ¿Humano? — preguntó con cierta gracia —. ¿Hay algún problema?

— No, es solo que no me lo esperaba.

— Sé que cuando teníamos unas décadas menos dije que jamás me emparejaría con uno, pero Lorenzo me dio ganas de vivir, él me salvó como tú una vez lo hiciste.

— No tienes porque explicarlo, debí haberte dicho que mi alma destinada también es una humana — me sinceré —, y no tiene nada malo.

— Entonces me alegro que nuestras perspectivas sobre ellos hayan cambiado — opinó con su vista clavada en su marido. Brenna sabía el recelo que sentía ante los humanos, ella sabía que mi único interés hacia ellos era el satisfacer mi hambre, pero lo que nunca supo fue que desde Catherine y tal vez mucho antes, las cosas habían cambiado.

— Ven, te presentaré a los chicos — en cuanto dimos con el jardín trasero tres pares de ojos se fijaron en mi presencia, dos de ellos pertenecían a unos adolescentes revoltosos de grandes ojos cafés y cabello rubio, mientras que el adulto era de piel morena y cabello castaño —. Ellos son Owen y Liam — seguidamente ambos se acercaron y estrecharon mi mano —, y él es Lorenzo.

— Encantado en conocerte — murmuró su esposo con una falsa sonrisa; vamos, entendía su punto de vista, a quien le gustaría conocer al ex-novio de su mujer —. Bre me habló mucho de ti.

Eternos II: Almas Eternas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora