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ALEC:

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ALEC:

- Sé que la extrañas hermano pero debes salir de este agujero, creo ya has empezado a fermentar.

La voz de Brent era lo más molesto que había escuchado en todo el día, y no era para asombrarse, porque el silencio era lo único que no me frustraba últimamente.

- Alec...

- Te he escuchado - tosí tratando de que mi voz salga menos ronca -, solo déjame solo.

- Llevas un mes encerrado aquí, nos tienes preocupados.

Un mes encerrado sin salir, sin hablar con nadie y pensando qué era lo que había hecho mal.

Todo.

- Ya me has visto, estoy bien, ahora vete.

- Claro que no. - abrió las cortinas de la habitación dejando entrar la penetrante luz de la mañana, o al menos eso creía.

Cerré y abrí rápidamente mis ojos, mi primer pensamiento fue encerrarme en el baño y volver a quedar a oscuras, pero no tenía fuerzas ni para pararme.

- Eres un puto asco. - arrugó su nariz mirándome con disgustado.

- Jódete Brent.

- ¿Eres mi hermano o un mendigo? Espera qué digo... sería una ofenda para ellos, creo que están mas arreglados que tú.

Sentía como me picaba la cara gracias a una gran y descuidada barba, usaba ropa vieja y grande para andar dentro de casa, y no dormía ni diez minutos de corrido desde hace un mes, por lo tanto, grandes bolsas y ojeras se alojaban bajo mis ojos.

Podía ser un Vampiro, pero seguía en el cuerpo de un humano.

- Ya lo sé, participaras en un capítulo de The Waliking Dead.

Brent, como siempre, tratando de que riera. Pero nada, ni una emoción salía de mí.

- Sé que la extrañas, y también sé que no le hubiera gustado verte así. Debes hacer algo Alec o todo se irá al carajo.

- Ni tú, ni yo, sabemos nada de ella.

- Yo sé algo - hizo una pausa y aprovechó para tirarse del labio, nervioso -, ella te amaba Alec.

La palabra amaba sonaba a pasado y eso hacía que un nudo en la garganta no me dejara hablar.

- Nunca la voy a recuperar. - lo miré unos instantes viendo como caminaba hacia la puerta, volví mi vista hacia la ventana.

- Tal vez es hora de que la dejes ir.

La frase había quedado haciendo eco en la habitación luego de que Brent se fuera y me dejara una vez más solo.

La casa y la habitación volvieron a quedar en silencio, pero mi mente había salido del estado de paz para volver a maquinar rápidamente.

Se me ocurrió volver a cerrar las ventanas y seguir acostado tal vez un mes más, pero mis músculos ya empezaban a estar atrofiados y necesitaba sangre.

Bajé a la cocina y me serví dos vasos de sangre, me senté en el sillón frente a la chimenea que estaba prendida y bebí disfrutando cada trago de sangre, sintiendo como volvía a la normalidad.

Unas horas después luego de bañarme y acomodarme, me encontraba en el bar de la ciudad bebiendo un vaso de whiskey.

- Creí que nunca volvería a verte.

Del otro lado de la barra estaba Serena, una joven chica demasiado entrometida pero simpática a su manera.

Hace unas semanas solía venir todos los días y Serena siempre trataba de hacerme hablar, aunque la ignoraba completamente ella no dejaba de esforzarse por ser amable.

Seguía siendo entrometida e irritante.

- Ya sabes, trabajo. - me paré y tomé una de las botellas de whiskey colocando más en mi vaso, Serena me vio sorprendida pero no dijo nada.

- ¿Seguirás bebiendo? Tendré que cobrarte cada vaso.

- Terminaré la botella.

Me miró y luego vio la botella a la que solo le faltaba un cuarto para estar completa.

- Lo que tú digas.

...

- Pero mira nada más quien anda de caza a estas horas.

Delia estaba en frente de mí, a unos cinco metros de distancia; sonriendo como siempre, pero su sonrisa nunca era amistosa o simpática, su sonrisa era escalofriante.

Me había tomado la botella de whisky y seguía por la segunda cuando el bar me echó de allí porque ya eran las 4 a.m y debían cerrar, así que había decidido caminar lentamente hasta casa.

- ¿Tú qué haces aquí?

- Lo mismo que tú, ando de casería.

- Aléjate de aquí Delia, no estoy de humor, y aún no me he cobrado lo que has hecho.

- Yo solo ayude a esa pobre niña a saber la verdad. - se encogió de hombros, y luego miró sus uñas sin quitar su sonrisa.

- Vete al infierno Delia.

- Bueno ya, acepto tu invitación.

- Jódete.

Doblé a mi costado tomando por un callejón, cuanto más antes dejara de ver su cara, más rápido se irían mis ganas de asesinarla.

- En verdad he venido por algo que me pertenece Alec.

Volvió a interrumpir mi camino tomándome del cuello y acorralándome contra la pared.

- Tu lo que mereces es que te mate Delia. - tomé su mano y la aparté de mi cuello, luego acomodé mi chaqueta - Y créeme que me estas provocando.

- Dame los cuerpos Alec, y te dejaré en paz.

- Tengo un trato más justo.

Sus ojos me miraron esperanzados y por primera vez en toda la noche su sonrisa se había borrado y ahora estaba seria esperando escuchar lo que ella quería oír.

》- ¿Por qué no te dejas de joder de una vez? Me tienes cansado. Nunca tendrás nada de mí. Grábatelo.

- Eres un maldito idiota.

Su cuerpo volvió a abalanzarse sobre mí, dejé que una vez más me arrinconara contra la fría pared clavando sus largas uñas en mi cuello.

- Y tú una zorra lesbiana enamorada. ¿Pero quién soy yo para juzgar? - sonreí con ironía en frente a su cara - Podría matarte ahora mismo, pero me das pena.

- Te mereces el infierno y mucho más Alec, y yo me encargaré de eso.

Soltó mi cuello y en cuestión de unos segundos desapareció de mi vista. Limpié los hilos de sangre que corrían por mi cuello con un pañuelo y seguí mi camino a casa con toda serenidad.

Eternos II: Almas Eternas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora