XIX

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ALEC 

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ALEC 


En el momento en que sus ojos dieron con los míos no vi nada más que aquellos hermosos obres carecer de cualquier tipo de sentimiento, había un vacío existencial e inexplicable que te robaba hasta el alma. Físicamente seguía estando tan espléndida como la última vez que nos habíamos visto, aunque toda belleza estaba opacada por aquel vacío que había en ella; y tenía más que claro que el único culpable de aquella situación era yo.

Cuando sus ojos rompieron el contacto visual, dio media vuelta con rapidez en un intento de huída, y como todo el carbón que era me levanté rápidamente dejando dinero sobre la mesa y siguiendo su rastro.

— ¡Espera, Catherine! — pude escuchar como su corazón latía con rapidez de la misma manera que sus pasos agarraban más envión, me causó diversión todo aquello, como prácticamente corría lejos de mí como si yo nunca pudiese alcanzarla.

— ¿Qué quieres de mí? — murmuró aún dándome la espalda, estábamos solos ya que para su desgracia se había metido en un callejón sin salida.

— ¿Cómo has estado? —. Sí era la pregunta más estúpida que podría haber dicho, pero qué iba a decirle después de dejarle en medio de la lluvia y prácticamente romper su corazón; sería algo como: <<eh Cath, te extraño, pero más allá de eso algo malo está por suceder, ah, me he encontrado con una ex-novia que me ha hecho abrir los ojos sobre todo lo que pasó entre nosotros, perdón.>> Vamos, que no podía decirle eso, no si al menos quería intentar que me dejase volver a su lado.

— Maldito idiota — farfulló girando sobre sus talones, mordí mis labios en un intento no sonreír, era divertido ver como su minúsculo cuerpo se inundaba de rabia y sus mejillas se inflaban.

— Veo que tu don de decir palabrotas no se te ha quitado.

— Y tú sigues siendo igual de imbécil — refutó en un intento de escapar nuevamente, algo en lo cual fracasó porque con suma rapidez terminé tomando su brazo, evitando su huida —. Suéltame.

— Lo sientes — pregunté retoricamente, porque sabía que lo sentía, nuestra conexión seguía intacta y ella lo sabía a la perfección, que lo negase era una idiotez —. Sientes como nos pertenecemos mutuamente y sabes que por muy enojada que estés conmigo aún me amas —. Ni siquiera respondió porque en vez de hacerlo estrelló su mano en mi mejilla lo que hizo que la soltase.

— ¿Enojada? — rió sin una pizca de gracia —. ¿Sentir algo por ti? — volvió a repetir la misma acción —. No siento nada por ti maldito idiota, me rompiste el corazón, tú terminaste con cualquier tipo de sentimiento hacia ti.

— Tengo en claro cuáles fueron mis acciones.

— Yo creo que no, porque si así fuese no estarías aquí diciendo tanta mierda, hablando de conexiones estúpidas y de sentimientos inexistentes.

Eternos II: Almas Eternas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora