CATHERINE
— Creo que estoy muriendo — susurré hacia el cielo grisáceo, las nubes en todas las tonalidades de gris y azul oscuro parecían estar más cerca que nunca, estaban tan bajas que por un instante creí que si me subía al edificio más alto de Londres llegaría a tocarlas, a pesar del mal pronóstico que se avecinaba me tiré sobre el opaco césped sin despegar un ojo de las nubes —. Siento que mi vida se me escurre entre las manos — confesé jugando con el anillo de mi dedo anular —, desde que no estás aquí no he llevado las cosas muy bien, y mi vida ha cambiado tanto... — hice una pausa mirando de reojo hacia la lápida de Aaron, como si él estuviese a mi lado, escuchándome —. Lo único que tengo en claro es que estoy muy cansada, mi cuerpo ya no soporta mi enfermedad y no sé cómo afrontarlo. No le tengo miedo a la muerte, no desde que soy consciente de que este día llegaría, estoy preparada Aaron — afirmé con certeza —, lo he pensado mucho y no quiero irme de aquí dejando las cosas mal, principalmente con Alec, necesito irme en paz.
Esperé alguna respuesta, como si eso fuese a suceder, solo era una simple chica con un lapso depresivo en un cementerio desierto y con una terrible tormenta que se avecinaba sobre mí. Había días como estos en los que el mundo me podía, en lo que todo me arrasaba y me terminaba dejando vacía.
En mi camino a la residencia, luego de despedirme de Aaron, la lluvia golpeó y una semana después había padecido el peor resfriado de toda mi vida producto de mis defensas bajas y la terrible lluvia que me había atrapado a mitad de camino. Pasé gran parte de mis tardes encerrada a base de caldo de verduras y té, al segundo día ya había llenado la papelera de pañuelos descartables mientras me escondía de toda la sociedad bajo los edredones, no había respondido ni un solo mensaje o llamada, es más ni siquiera sabía dónde estaba mi móvil.
Escuché unas voces a lo lejos mientras abría mis ojos con pesadez, lo último que recordaba era que por el cansancio me había quedado dormida alrededor de las dos de la tarde. Una vez completamente lúcida me di con la silueta de dos hermosos hombres que me miraban desde la punta de mi cama. Alec y Brent se encontraban allí, el primero con un semblante serio y el segundo parecía más asqueado que preocupado.
— ¿Qué haces ahí abajo? — preguntó Brent al ver que lo único visible que podía ver de mi eran mis ojos y cabello revoltoso.
— Estoy enferma — murmuré a rastras ya que mi garganta estaba seca. Quité mis ojos de ambos y miré mi mesita de luz en donde el vaso de agua estaba vacío.
— Te traeré más — habló por fin Alec al saber mis intenciones —, ¿has tomado algo?
— He sobrevivido a té y sopa — expliqué sorbiéndome la nariz y llevando una de mis manos a mi cabeza, una vez más parecía estallarme —, gracias — acepté el vaso con agua y bebí un par de sorbos.
— Deberíamos ir por más sopa y a la farmacia — opinó Brent mientras abría la ventana para ventilar un poco la habitación.
— Ve tú, yo me quedo con ella — ordenó Alec —, le calentaré un poco de sopa.
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Eternos II: Almas Eternas.
Vampir❝Te había clavado un puñal en el centro del corazón y ahora me tocaba ser a mí la herida. Me habías hecho recorrer el mundo a tu lado, y ahora ya no sé en qué lugar estamos parados. No importan los días, milenios o una eternidad, siempre serás mía.❞...