XI

4K 383 14
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


CATHERINE


— Antes de que comiences a gritar, no hice nada malo — sentencié entrando en mi habitación seguida por él, lo escuché a mis espaldas cerrar la puerta con fuerza y suspiré sabiendo lo que diría.

— ¿Y qué fue lo bueno que hiciste? — refutó. Seguí dándole la espalda, no tenía ánimos para enfrentar su carácter de mierda.

— Salí al centro, creí que lo sabías.

— Nadie me dijo nada, ¿cómo crees que me sentí cuando no vi a nadie aquí? — respiré con alivio al saber que era aquello lo que lo tenía de mal humor.

— Que conste que no fue mi plan — indiqué enfrentándolo, Alec estaba sentado a las orillas de la cama con sus manos juntas encima de sus piernas y levemente encorvado, parecía cansado y estresado.

— Lo sé, Gabrielle me lo dijo, lo que no me explicó es por qué traes olor a otro vampiro.

— Se me debe haber pegado — murmuré ocultando todo rastro de nervios.

— ¿Segura? — asentí como respuesta e imitó mi acción, aunque parecía poco convencido.

— ¿Hace cuánto que no te alimentas? — pregunté sentándome a su lado y tomando su mano. Alec me miró a través de sus largas y espesas pestañas y sentí que el tiempo nunca había pasado, que él y yo nos seguíamos amando incluso más que antes.

— Sabes que...

— Alec — reproché —. ¿Hace cuánto?

— Un par de días, semanas, no lo sé — murmuró con desinterés —. De todos modos la sangre que consumo no me satisface.

— ¿Por qué no me lo has dicho? Podría haberte dado de la mía, sé que ustedes los vampiros necesitan de la sangre de sus parejas.

— No necesito que hagas más cosas por mí, demasiado es que hayas estado obligada a ser reina y vivir aquí un par de semanas.

— Alec tú has hecho cosas mucho más grandes por mí, y nunca te lo he agradecido.

— No hace falta Catherine.

— Pero quiero hacerlo, has hecho más cosas por mí de las que deberías, me has salvado decenas de veces y aún sigues haciéndolo — acepté recordando que si estaba de pie aquí era gracias a él —. Sigues soportando todo lo malo de mí y me aceptas tal cual soy, me abriste tú mundo sin rechistar y me incluiste en él de una u otra manera, incluso me hiciste parte de tú familia — rió suavemente —, me trajiste devuelta a la vida en más de un sentido y me diste razones para vivirla.

— Tú has hecho todo eso por mí y mucho más, no sé qué hubiese sido de mí si nunca te habría encontrado, si te habría perdido.

No tuve palabras para contestar aquello, y no hizo falta hacerlo porque me tomé el atrevimiento de unir nuestros labios. Él siguió mi beso, sus labios carnosos se movían al compás de los míos y cuando llevó su mano a mi nuca profundizando el beso sentí que estaba en el cielo. Cuando nos separamos recogí mi cabello dejando mi cuello expuesto, Alec vio mis intenciones y se alejó sutilmente de mí.

Eternos II: Almas Eternas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora