XIII

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CATHERINE

— ¿Te gusta este? — la voz de mi hermana interrumpiendo en mi habitación hizo que pierda el equilibrio y que por poco caiga de las escaleras. Samarra me muestra un par de muestras de pintura, todas en tonos de color celeste mientras detrás de ella entra Xavier con un par de posters en sus manos.

— Le dije que el celeste pastel es el más lindo — reprochó su mellizo abriendo uno de sus posters en los que salía una chica morocha semidesnuda sobre una motocicleta —, ¿a qué es lindo?

Arqueé una ceja mientras ellos discutían por siempre solían hacerlo, no sé en qué momento me había parecido buena idea dejar que se mudasen conmigo, tal vez en el momento en el que me sentí tan sola en la casa que me refugié en la compañía de mis hermanos menores.

— ¿Por qué tuvimos que mudaros aquí? — preguntó Xavier abriendo otro de sus poster, pero esta vez de una chica rubia a la que se le veían los pechos.

— Eso mismo me pregunto yo, teniendo la oportunidad de ir a tantos sitios... — apuntó Samarra con voz dramática —. Es deprimente, volver a casa.

— Ya entendimos — interrumpió mi hermano —, el problema aquí es por qué has elegido ese color tan feo para pintar las paredes de tu cuarto — apuntó el color blanco hueso.

— ¿Qué hay de malo? — pregunté mirando un cuarto de la pared pintada.

— Es anticuado y deprimente — concordó Samarra —. Deberías utilizar un fiusha.

— Ni loca, ese color es muy chillón.

— ¿Qué tal un lila lavanda? — musitó enseñándome la tonalidad.

Acepté un poco más conforme y los mellizos decidieron que irían ellos por las nuevas pinturas. En el silencio de la casa me quedé absorta en mis pensamientos; había vuelto a mi ciudad natal, al que fue mi hogar durante casi toda mi vida, Inglaterra había sido del lugar del que estaba huyendo hacía unos años atrás y ahora era el lugar en el que me refugiaba.

No sabía nada de los hermanos Levinnson desde que decidí partir, hacía exactamente casi un mes, Brent era el único que sabía mi huida y era él el que me brindaba su sangre una vez por mes, o al menos eso era lo que había prometido, y deseaba que lo cumpliese porque si no, mi esperanza de vida era casi nula sin la sangre de un vampiro. Escapar aquí no fue fácil, Brent me había aconsejado que cambiase mi identidad así no dejaría rastros tanto como para Alec como para Delia. Me seguía doliendo el alma mi ruptura con Alec, pero lo estaba superando, poco a poco sentía que ya no tenía la necesidad de llorar por él, al fin y al cabo yo no era la que había perdido a alguien, en cambio él sí me perdió a mí, y esa vez era para siempre.

Mis hermanos creían que estaba huyendo de un ex-novio agresivo y psicópata, y en cierto punto era la pura verdad, con la diferencia que Alec era un vampiro. Los mellizos decidieron seguirme, al menos hasta que se aburrieran y encontrasen algo mejor que hacer que molestarme, esas habían sido sus palabras textuales.

Eternos II: Almas Eternas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora