2. El primer castigo

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Todavía con su mano en mi cintura, Anton, me movió por el salón hacia una de las mesas donde había dos jóvenes de capaz unos 26 años. Los dos eran muy hermosos, y muy parecidos; Los mismos ojos marrones claros y unas facciones de la cara como las de unos dioses griegos. Aunque estaban sentados parecían ser muy altos. No voy a mentir, esos chicos estaban que ardían. Uno tenía el pelo rubio oscuro y largo, agarrado de atrás con un rodetito. Bastante musculoso, de brazos, pero no en exceso. Él otro tenía el cabello castaño claro y corto. Parecía menos musculoso que el anterior y un poco más amigable.

—¿Por qué están con esas caras de aburridos? ¿No se dan cuenta que esto tiene que ser una fiesta? ¿Todavía no encontraron a ninguna? —Preguntó Anton, sonriente.

Ellos lo miraron a mi acompañante y después a mí, en ningún momento sonrieron, me miraron seriamente de arriba abajo y volvieron a mirar a Anton.

—Recién empezó, estamos mirando todavía, que hay de nuevo. —Dijo el Rubio.

—¿Y quién es ella? —Preguntaron los dos. No fue muy al unísono, pero bastante cerca.

Anton no me soltó y se rió.

—Ella es Laila y uno de ustedes dos va a ser su media naranja. En unos meses pueden llamarme cupido. —Dijo bastante animado. Pero yo entré en un estado de shock.

¿QUÉ? ¡Señor cálmese! ¿ES QUÉ NO ME VIO LA CARA? Ellos están muy fuera de mi nivel, ni en mil años me tocarían ni con un palo. Podrían estar con modelos, no digo que yo sea fea, al menos no lo creo, pero no tengo ninguna curva y mi cara es bastante normal. No tengo ningún rasgo característico. Soy común, flaca, pero no tan flaca, pelo castaño, ojos marrones, blanca, pero no tan blanca… “Común”, sin nada distintivo.

Siguió hablando y los presentó.

—Laila, ellos son mis primos, David —señaló al rubio —y Javier —y señaló al morocho que me dio una pequeña sonrisa. —David es un Dominante y Javier es Sadista, los dos son hermanos y tienen 28 años. Ahora los dejo para que se conozcan, que yo quiero ir a buscar a una hermosa jovencita que vi recién. No la asustes, David. —Proclamó.

Me susurró “suerte”, al oído y sin más se fue unas mesas a la derecha.

David habló primero.

—¿Cuántos años tenés?

Dudé, creo que es solo porque no se veía muy amigable y me dio un poco de miedo hablar.

—23 años, señor. —Contesté con miedo. Me volvió a mirar de arriba abajo.

Debió haber pensado que parezco mucho más chica.

—Dame tu credencial, arrodillate, las manos en las piernas, palmas hacia arriba, y cabeza mirando al piso, no levantes la vista hasta que te lo ordene.—Lo dijo de tal manera que creo que me exci*tó un poco, esto era demasiado para mí…

Además, fue como muy rápido, espero haber captado todo lo que dijo. Ordenarlo un poco más despacio no le costaba nada.

Miraron mi carnet y después escuché como que lo apoyaron en la mesa y comenzaron a susurrar entre sí.

Después de unos minutos en esa posición ya me estaba doliendo todo el cuello, ¿Cuánto tiempo más tenía que estar así? Esto dolía mucho…

¿Él siquiera probó hacer esto alguna vez? Creo que se sorprendería de lo incomoda que esta posición es.

¿Por qué no solo me dejaba sentarme con ellos para conocernos?

—Miranos un segundo ¿Ya tenés experiencia en esto? —Me preguntó y levanté la cabeza para verlos mejor.

La Respuesta (Mi Decisión I) +21✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora