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Era un hecho que sus ojos nunca le dejarían a ver a la gente que amaba, y conocerlos por su imagen. El nunca podría decirle a una chica si estaba realmente hermosa una noche y saber que es cierto. Del mismo modo que nunca podría conducir un coche para ir de un lado a otro, pero todo eso el ya lo sabía desde que era pequeño. El no se sintió diferente al resto de los niños que iban con él al colegio privado, pese a serlo. No le entristeció ser consciente de que en algunos momentos de su vida, su discapacidad seria un real fastidio, pero sobre todo, no pensó que tenía límites por ser ciego.

Noah había vivido desde bien pequeño con unos ojos inservibles, salvo por el simple hecho de que adornaban su cara, completando su rostro junto a su nariz y su boca. Eran inútiles para todo lo demás y solía esconderlos detrás de unas gafas oscuras, pues a mucha gente les incomodaban. Estos no podían ver, no servían para que Noah pudiera ir de un lado a otro sin tropezar, si no le decían donde estaba todo, lo guiaban ellos mismos, o tenía su pequeño esquema mental de donde estaba todo ubicado. Tampoco servían para conocer a la gente por su imagen. Sus ojos eran inútiles del todo y el estaba bien con eso. Nunca los echo de menos por que nunca los había tenido en un primer momento y tenía otros cuatro sentidos igual de importantes que le ayudaban.

El resolvía sus problemas con tenacidad y no se ponía limites donde no podía haberlos, el simplemente vivía su vida con tranquilidad, seguro de sus pasos. Aunque a veces tuviera que pedir ayuda, era algo que evitaba si podía hacerlo.

Si solo lo que tenía delante de él en ese momento, pudiese considerarse un problema con lo que pudiera librar con tenacidad, el estaría contento.

No era así. El montón de hojas que tenía delante en un grueso  y enorme montón, que lo estaban ahogando sin compasión ninguna. Pasaba sus dedos por cada impreso, y memorizaba lo que había allí, y aunque llevaba un buen ritmo en el trabajo, sentía que no iba a acabar nunca. Era imposible que dos días de retraso pudieran crear semejante montaña de papeles. Y él era el pobre desgraciado que tenía que solucionar todo aquello. Para eso era su trabajo. Era el vicepresidente de la empresa de su padre y el jefe le necesitaba para acelerar las cosas. Sobre todo en esos momentos donde la empresa estaba a punto de empezar algo que iba a darle mucha más fama y reputación de la que ya poseía.

Sentado en su oficina, acomodado todo lo grande que era en una silla de ejecutivo, de suave cuero. Noah suspiro cuando reclino su espalda hacia atrás y el respaldo de la  silla se flexiono un poco para darle más comodidad. Aún era pronto para que se sintiera cansado, pero lo estaba. El café había abandonado su sistema y necesitaba otra dosis pronto o se pondría de muy mal humor, lo que conllevaba a que su secretaria quisiera lanzarle cualquier cosa que tuviera a mano, y conociéndola, Noah estaba seguro que sería una grapadora y quizás una taza con rebosante y caliente café. O la maceta de esa planta que tanto cuidaba.

No era la primera vez que había hartado a la mujer y este le había atizado con algo. Por suerte y por ahora, solo hacia recibido malas miradas que le ponían el vello de punta cada vez que las sentía sobre sí mismo.

Bianca era una mujer de mediana edad, que su padre había contratado para él cuando empezó en la empresa, desde entonces la mujer se había convertido en su salvavidas cada vez que se estaba asfixiando en el trabajo.

Alargando su mano derecha, con la certeza de que su palma iba a dar con el intercomunicador, Noah extendió los dedos buscando con las yemas el botón que comunicaba con Bianca. Necesitaba que le llevasen un café, y que le alejaran los papeles de una bendita vez. Al menos durante unos pocos minutos. Debía reagrupar sus energías y empezar de nuevo. Quizás podría hacer el trabajo en dos veces y así tener el instinto homicida bajo control.

Estaba a punto de presionar, cuando la voz de la mujer sonó a través del aparato.

--¿Necesitas mas café? Es mi hora del almuerzo.

Cuidaré de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora