Juramento

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Subiéndose los pantalones por las piernas, levanto el trasero de la cama y se los abrocho. Le había dicho a Emma que tomara el primer turno con la ducha, pero en realidad, lo que el quería era alejarse un poco de toda aquella extensión de piel suave y calmarse, y por ello no tenía muy claro si salir a la terraza, en noviembre, era una buena idea, pero su cuerpo necesitaba un poco de ayuda para regular su temperatura, ya que no parecía capaz de conseguir que su piel se templara. Era sofocante y lo aturdía. Pero aun así, no se cansaba de rememorar una y otra vez el suave y delicioso tacto de las manos, los labios de Emma, sobre la piel. Todas esas horas en las que el pudo aprenderse cada lugar secreto de ella, volvían a su mente y le hacían arder. Iba a ser muy complicado presentarse ante la gente, si su mente no estaba puesta en otra cosa que no fuese una gran cama y el cuerpo suave de su hermosa novia.

Tenía que hacer un esfuerzo y enfriar su cabeza. Ambas.

Dando un valiente paso al exterior, se estremeció por un momento cuando el primer choque de aire frio, lamio su piel con gula. Si, hacia un frio de narices, pero daba igual. Necesitaba enfocarse. Normalmente, las duchas de agua fría eran efectivas, pero dado que Emma estaba ocupando el cuarto de baño en esos momentos, su mejor opción era aliarse con el frio de noviembre. Al menos durante unos pocos minutos, eso sería suficiente para calmarse. No quería que Emma pensara que era un hombre insaciable, aunque tenía el presentimiento de que ya lo sabía, sin embargo, no tenia porque seguir con ello. Había momentos buenos para ello y otros que no lo eran, y por ahora él lo único que quería era tener una agradable cita con su chica. Alimentarla, mimarla y pasar tiempo con ella. Nada más.

--¿Qué haces ahí? ¡Te vas a congelar, Noah!

Exclamo Emma a sus espaldas. Me está regañando, pensó con diversión. Sonriendo, se giro y entro en la habitación, rodeando con sus brazos el tibio y húmedo cuerpo de Emma, haciéndola templar.

--¡Estas helado!

Se quejo ella, contra su pecho. Riendo suavemente, agacho su cabeza y la beso.

--Necesitaba un poco de ayuda, para calmarme.

Explico. Y pese a que ciertamente se había congelado, sus esfuerzos por enfriarse se estaban yendo al garete. Tenerla entre sus brazos era adictivo y una vez que la sentía ahí, acurrucada contra su pecho, era incapaz de detenerse y soltarla.

--¿Mhm? ¿Por qué?

Pregunto ella, estirando un poco el brazo que lo rodeaba, para cerrar la puerta corrediza de la terraza, con un fuerte golpe. Al parecer su chica era un poco friolera. Era bueno saberlo. No le importaría convertirse en su calentador personal, a partir de ahora. Hundiendo sus dedos en el pelo mojado de Emma, sonrió.

--Por que mi cuerpo aun recuerda cada caricia, y se calienta tanto que no creo que sea correcto presentarme ante la gente de la reunión así.

La carcajada de Emma estallo con alegría, provocando en él la satisfacción por ser quien la consiguió. Un momento después pincho sus costados con los dedos, sintiendo como se retorcía contra él, dejando escapar pequeñas risitas.

--Ríete, ríete... pero ese es el efecto que tienes en mi.

Y no mentía. Emma tenía un poder abrumador sobre su cuerpo y en ocasiones podía dar hasta miedo, pero suponía que era algo equitativo, dado que ella respondía del mismo modo con él. Sus cuerpos estaban en sintonía y eso era algo fantástico cuando se concentraban en la parte física de una relación, sin embargo, la parte que el más atesoraba, pese a que hacer el amor con ella era increíble, era la parte emocional. Quería que sus sentimientos fuesen parejos, aunque él la amaba tanto que dudaba que Emma pudiese llegar a entender el nivel en el que estaban sus sentimientos hacia ella. Aun así, le gustaba cuidar y proteger esa parte de su relación.

Cuidaré de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora