Olvidar

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Apenas fue consciente del viaje en coche. Se paso todo el camino ido, sumergido en el conocimiento de que al nacer, sus ojos no eran simples e inútiles adornos que ocupaban espacio en su rostro. Sorprendentemente, al nacer, podía ver. Cada segundo que pasaba, el conocimiento de nació con cada uno de sus sentidos, retumbaba en su mente como un show de fuegos artificiales, ruidoso y llamativo, no le daba tregua alguna, provocándole dolor de cabeza.

Solo era consciente de una cosa, y era el firme agarre que mantenía en la pequeña mano de Emma, quien no se había separado de él, ni un solo milímetro, desde que lo guio por los pasillos y salas de la casa de sus padres, acompañados por un silencioso Sean, y se metieron en el coche. Emma estaba ahí en todo momento. Y lo agradecía. En esos momentos ella era la única que lo mantenía anclado a la realidad y el raciocinio. Estaba seguro de que si soltaba aquel agarre, se volvería loco.

Sentía ganas de dejar ir todos esos sentimientos que el conocimiento de su infancia le había otorgado. El enfado. La traición. La impotencia. Cada uno de esos sentimientos que hacían que su corazón se estrujase, con cada latido dado. Iba en una mala dirección, porque sabía que si seguía caminando por aquel sendero oscuro de rencor hacia los que no le contaron la verdad, su vida se convertiría en un frio y yermo paisaje de soledad. Teniendo así, una única y brillante chispa, que le proporcionaría calor y seguridad en su travesía.

Emma.

Un suave apretón de manos, fue todo lo que esa mujer necesito para conseguir que su mente regresara al presente y se alejara de cada negativa emoción que pudiera sentir.

--¿Quieres hablar de ello?

Inclinándose hacia ella, apoyo su cabeza en el delicado hombro de Emma y negó. No quería remover de nuevo aquello. A pesar de que sería necesario, en esos momentos solo quería olvidar algo que su mente no le permitía dejar atrás.

--Si necesitas algo, estoy aquí ¿De acuerdo? Kyle nos está siguiendo en su moto, así que... supongo que querrá hablar contigo, cuando lleguemos a casa.

--No quiero hablar con nadie. Solo quiero irme a la cama y olvidar que todo esto ha pasado, pero...

--Pero tu mente no te deja ¿Verdad?

--Si.

Suspiro con cansancio. Como siempre, ella parecía tener un don para saber qué era lo que rondaba su mente.

--Entonces, estoy segura de que podemos encontrar un modo de mantenerlo lejos, por un ratito. Hasta que tu descanses y quieras hablar con él.

Emma beso tiernamente su frente, y el sonrió con tristeza. Aquella mujer era la mujer maravilla. Daba igual a que se enfrentara, siempre lo hacía de frente y con seguridad. Le estaba proporcionando confort, a una persona que la había asustado, no hacía mucho tiempo atrás.

--¿Tu estas bien?

Pregunto, llevando la mano de Emma a los labios, beso la cálida y suave piel.

--Me hubiese gustado que te enteraras de otro modo, pero...

--No me refiero a eso. En la sala del piano, te e asustado ¿Verdad? Tenías miedo.

--En el año que llevo conociéndote, nunca te había visto así.

Aquel susurro, fue como un puñetazo a sus entrañas. La última persona a la que quería lastimas, era a Emma, y si lo había echo, iba a hacer lo imposible por arreglarlo, aunque en esos momentos el no fuese más que un zarandeado y andrajoso trapo, por culpa de la aplastante verdad que acababa de descubrir.

Cuidaré de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora