Lo que creyeron que solo sería un problema más o menos, menor, resulto ser un grandísimo problema que los enviaría a un montón de problemas más si no lo solucionaban con rapidez. Por fortuna o desgracia, tenían el equipo adecuado para poner las cosas en su sitio. Sin embargo las horas de trabajo se habían incrementado, impidiendo así que su tiempo en casa, y más aun, con Emma, se hubiesen reducido. En dos semanas, el tiempo que había pasado con la mujer, se contaba con los dedos de una mano, y eso lo tenía extrañamente nervioso e irritable. Después de tener que salir rápidamente de su casa, ese día de ocio que tenia, la mujer había demostrado que podía ser un gran pilar de fuerza, para un hombre que necesitaba una distracción fuera de su oficina. Ella solía sorprenderlo con postres o el tarareo de una pequeña cancioncilla, sin embargo no tenían mucho tiempo para aprovechar. Le gustaría, pero no podía, tenía que centrarse en el trabajo y solucionar lo que otros habían estropeado. Con cada día de duro trabajo, la montana de papeles que revisar y firmar y reajustar, iba siendo más y más pequeña. Pronto, a lo sumo en dos días más, si el ritmo se mantenía, la cosa terminaría por estar controlada y solucionada, que era lo más importante, y así el podía volver a coger un día de ocio y así tener la oportunidad de pasar un rato con Emma.
Aunque apenas pasaba tiempo en casa, y cuando volvía a su hogar todo estaba oscuro y todo el mundo dormía, Carmen se despertaba mucho antes que él para prepararle un café bien cargado que lo despertarse, y durante esos momentos, preguntaba por la muchacha que compartía su mismo techo, queriendo informarse así de lo que ella hacia durante el día en aquella solitaria casa. Según lo que su doncella le había dicho, la chica se pasaba el día entre la biblioteca, su habitación y la cocina. Esquivaba a Mark y se encerraba cada vez que su hermano no estaba con una de sus citas. Y eso no le gustaba nada. Si tenía que echarle la bronca a Mark, para que dejara de perseguir o asustar a Emma, lo haría. Y si tenía que sacar la artillería pesada, lo haría sin dudar. Haría lo que fuese con tal de mantener a Emma a salvo y segura en su casa. Ella se merecía la tranquilidad de un hogar donde nadie la persiguiera con fines que ella no quería, así que si Mark era una molestaría, patearía su culo, aunque el hombre fuese su hermano mayor. O llamaría a su padre para que lo metiera en cintura, eso siempre funcionaba con el descarriado Mark.
Soltando un cansado suspiro, dejo el fajo de papeles que tenía en las manos, sobre la mesa y se reclino en su silla para quitarle presión a su espalda. Sentía los hombros y la nuca tensos y adoloridos de las horas que pasaba en aquella silla. Y tenía el presentimiento de que su trasero se estaba quedando plano, por lo mismo. Cansando, un poco irritado y totalmente adolorido, se levanto de su asiento y comenzó a caminar por la oficina, estirando sus largas y dormidas piernas. Turco permanecía echado, libre de su arnés. Después de todo se pasaban la mayor parte del tiempo en la oficina y no iban a ningún lado, no había razón para mantener al perro con el accesorio que los conectaba, así que el arnés y su asa, descansaban sobre el sofá que adornaba la oficina, aparte de su escritorio y silla. Lo único que adornaba el cuerpo del perro, era su collar de cuero con sus chapas de identificación.
Si solo el también pudiera desprenderse de todo aquello que lo molestaba, estaría de mucho mejor humor. Pero él no tenía esa suerte y le tocaba apechugar con todo. Hizo un mínimo de diez vueltas alrededor de su oficina, hasta que sus piernas volvieron a la vida, en ese momento volvió a apoyar su peso sobre su trasero, en aquella, normalmente, cómoda silla y siguió con su trabajo una vez más.
Las horas que paso allí no podía decirlas con exactitud, pero estaba exhausto. Alzo su mano y comprobó con sus dedos la hora que era, pasando las yemas sobre el reloj braille que abrazaba su muñeca. Al saber la hora que era, no se sorprendió en absoluto, pero si se entristeció, porque ese día tenía como meta regresar un poco antes a casa, y aunque tuviera que pasar un rato en su despacho, al menos podría tener la oportunidad de saludar a Emma, si la mujer aun estaba en pie. Pero con la hora que era, esa posibilidad era nula. Así que pasaría otro día sin escuchar la voz dulce de la mujer.
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Cuidaré de ti
RomansaHace algún tiempo, mientras escribia otra de mis novelas, Te amo, Bradley, me llego la Inspiración De Una nueva novela. Un borrador que en un principio formaba parte de los Blake. Pero ahora ese borrador a tomado forma y se ha convertido en la nove...