Cambia de idea

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--Recuerdo haber tenido una conversación contigo, en la que te decía que esperaras al tercer trimestre de embarazo para hacer una ecografía 4D.

A pesar de que era un buen doctor, la mirada que le lanzo le hizo sentir como una niña que acababa de meter la mano en el tarro de las galletas, que estaba siendo regañada. Pero esa vez tenía una buena razón para adelantar la fecha inicial en la cual pensaba hacerse la ecografía y así ver a los mellizos.

Retorciendo las manos sobre su regazo, movió los pies que colgaban por encima del suelo y miro al doctor. Las palabras de Noah retumbaban en su cabeza, repitiéndose una y otra vez. No creía que Noah fuese el primer hombre en el mundo que tuviese una elección de camino tan firme como la suya, pero apostaba a que el porcentaje de hombres ciegos extremadamente sobreprotectores, no era muy extenso y el formaba parte de ese grupo. Su amor incondicional por ella, revelaba la profundidad e intensidad de sus sentimientos. Y aunque se sentía alagada, quería que pensara un poco más en los pequeños. Los mellizos eran una parte de ella, y si la amaba tanto como para elegirla por encima de cualquier cosa, quería que pensara un poco en esos bebes que formaban parte de ellos. Quizás era egoísta, o estaba siendo un poco dura con él, pero aunque sabía que Noah amaba a los pequeños, sus prioridades en caso de necesitarlo, estaban muy claras. No cabía duda de que era una decisión difícil, pero él sería capaz de tomarla, solo para seguir a su lado.

Con una pequeña vocecilla, explico el por qué de su apresurada visita al doctor y le pidió la impresión 3D de los mellizos. No estaba dentro de la semana veinte, y salvo unos ligeros aleteos, no sintió nada que pudiera denominar un movimiento fetal en toda regla, al menos no la idea de lo que ella creía que seria. Quizás estaba equivocada, no tenía nada con que compararlo, pero le gustaría poner las manos sobre su piel y sentirlos. Y por ahora, eso no era posible. Pero con diecinueve semanas recién cumplidas, podía ser normal. Aun así y aunque los pequeños no estuviesen gorditos en la imagen, tenía el convencimiento de que si Noah veía a sus hijos con sus manos, podría llegar a cambiar la idea que tenia.

Durante esas diecinueve semanas de embarazo, había ido descubriendo partes nuevas de Noah que no conocía. Facetas que le sorprendían, como su fatalismo, algo que él llamaba realismo. Ese pobre hombre se preocupaba tanto que le sorprendía que a su edad, no tuviera el pelo cubierto de canas. Pero sorprendentemente, su cabello rubio seguía intacto. Así que al conocer esas nuevas facetas de él, y descubrir una que no le gustaba, como esa contra la que estaba luchando en esos momentos, había tomado la decisión de luchar y cambiar lo malo por lo bueno. El iba a ver por primera vez a los mellizos, sentirlos y saber que estaban creciendo para prepararse para el día de su nacimiento. Un día en el que ellos tendrían que darles la bienvenida. Un día que aterraba a Noah por las complicaciones que pudiera haber.

Las palabras que el médico suplente dijo, no fueron acertadas para un padre primerizo que se decantaba por el fatalismo y de hecho, si llegaba a tener otra cita con él, se negaría en redondo a ser atendida por esa persona. El tacto hacia los pacientes era esencial en esa área de trabajo y ese tipo no tuvo ninguno cuando trato con ellos. Ella pudo ver que todo marchaba bien con los pequeños, en la ecografía que le realizo, pero Noah no. Y eso solo le preocupo aun más.

Con los ojos puestos en la pantalla que colgaba frente a ella, sonrió como una boba al ver el rostro de sus hijos por primera vez. Emocionada, se llevo una mano a la boca cuando observo sus rasgos. Aun estaban un poco delgadillos. En realidad, tenían un poco de apariencia alienígena, pero sus rasgos estaban ahí, solo hacía falta que el tiempo los puliera un poco más. Sus pequeñas naricillas y sus ojos. Sus delgados bracitos y piernas, sus deditos. Eran perfectos. Era tan raro verlos en vivo mientras aun permanecían dentro de ella, que no pudo evitar pellizcarse a sí misma, buscando que aquello no fuese un sueño, pero no lo era. Aquel momento era real, estaba viendo a sus hijos por primera vez en diecinueve semanas, y con solo verlos, supo que no solo los amaba, sino que iba a repetir aquella experiencia en cuando hubiesen crecido un poco más. El doctor permitió que escuchara sus corazones, y el rápido aleteo le alegro aun más.

Cuidaré de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora