Epílogo

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7 meses después.

Manejar un tornado era imposible. Al menos eso decía todo el mundo. Lo que la gente no sabia, era que el tenia uno dentro de una dulce niña de siete meses. Sena era todo lo que ellos ya sabían que seria en cuanto la pequeña nació. Atenta a todo lo que la rodeaba, demostraba con creces el grado de travesura que albergaba su pequeño cuerpo y los muchos dolores de cabeza que crearía en ellos, en cuanto creciera un poco más. Temía pensar en su etapa adolescente, pero se consolaba pensando que para eso aun quedaban muchos años por delante. El pequeño torbellino aun no tenía ni siquiera el primer año, pero ya estaba haciéndole sudar la gota gorda para poder vestirla apropiadamente. Iban a tener el primer paseo en caballo. Había planeado algo muy grande y no podía permitir que sus pequeñas hijas, sobre todo una de ellas, se lo chafase todo.

Espero pacientemente a que todo se calmara para poder llevar a cabo un plan que pensó y ansío durante mucho tiempo, y ese era el día en el cual por fin podría hacer aquello que quería.

--Sena... Por favor, bebé... ¿podrías colaborar un poco con papá? Esto es importante, terremoto.

La pequeña balbuceo y rió, brincando sobre el colchón mientras el la sostenía de la cintura. Amaba a sus hijas. De verdad lo hacia, pero a veces era necesario hacer acopio de paciencia, cuando una de las dos o ambas al mismo tiempo, se ponían de acuerdo para atrasar todo de una u otra manera. En ese momento, Sena tenía ganas de jugar y lo entendía, era una niña y estaba comenzando a descubrir muchas cosas al mismo tiempo, pero ese no era el momento.

Deslizando a la pequeña dentro del peto con falda que iba a usar, agarro los tirantes y acostó a Sena sobre la cama para abrochar las tiras. Ella pateo, le agarro los dedos y rió alegremente. Luego centro su atención en Turco, tumbado sobre la cama a su lado. Las placas del collar del perro comenzaron a sonar y el supo que era su hija quien las agitaba. A ella no le importaba estar tumbada en cualquier sitio, siempre y cuando tuviese compañía. Era una niña mimosa y caprichosa, que sabia manejar a la perfección a un grupo de adultos con sus pequeños y regordetes dedos. El era una de las victimas y aun siendo consciente de eso, estaba orgulloso de ello. Amaba a sus hijas, y no existía nada el mundo que no hiciera por cualquiera de sus mellizas.

--¡Lista!

Exclamo, cogiendo a la pequeña en brazos, la alzo por encima de su cabeza y la escucho reír antes de que el besara su frente y la dejara en el parque infantil en el que su hermana estaba. Comprobando con sus manos que la pequeña Lana estuviese bien, acaricio las cabecitas de sus hijas y salio de la habitación, llevando consigo el walkie. Fue pasillo arriba, donde sus cómplices debían de estar arreglándose y llamo a la puerta.

Sean fue quien abrió.

--Wow... el dulce papi ha salido ileso de la lucha contra Sena, increíble.

El maldito guardaespaldas aplaudió como si aquello fuese una hazaña imposible de lograr. Y aunque no iba mal encaminado pues todos conocían a Sena, fue inevitable irritarse con el bastardo.

--Aun no se por que mi hermano sigue contigo.

--Por que soy un amor con mi monstruito.

--¡De eso nada, gatito, es por tu pelo!

Grito Kyle desde el interior del cuarto. Sean gruño y el se carcajeo. Aunque el también sus momentos en los cuales era capaz de molestar mucho a Sean, quienes tenían el certificado de profesional en ese ámbito, eran Kyle y Emma. Esos dos se lo pasaban pipa burlándose del tipo y el disfrutaba de ello.
Sintiendo la mirada de Sean, aqueo las cejas hacia el hombre.

--¿Qué?

--¿Estas listo para dar el paso?

--Llevo meses preparado para esto.

Cuidaré de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora