Capítulo 3: La mujer del lago

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"El bosque no sabía de bondades, pero se rendía ante la luna que iluminaba la pequeña casa que solo sabía de vida entre tantos muertos

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"El bosque no sabía de bondades, pero se rendía ante la luna que iluminaba la pequeña casa que solo sabía de vida entre tantos muertos. Muertos que observaban, muertos que perseguían, muertos que quitaban vida"

Cuentos de la muerte / R.W.

Cuando llegamos a la entrada del bosque nos detuvimos. Él carraspeó y la linterna pasó de una mano a la otra. Me miró como si esperara que me arrepintiera. Como si realmente quisiera que me arrepintiera porque nada le aterraba más como la idea en su cabeza de entrar en el bosque.

 —¿Estás listo?

—No, pero hay que hacerlo, ¿Verdad? —Tragué en seco asintiendo sin dejar de mirar la entrada. Sentía un escalofrío, de hecho, sentía aquella pesadez desde que supe que la casa del bosque era habitada y no sabía por qué. Me llevé una mano al brazo y lo apreté un poco, como si intentara infundir valor a través de ese apretón—. Solo prométeme una cosa, Lu —Lo miré—. Esfuérzate en un castigo severo, por favor. Porque te juro que a Abel no le quedarán ganas de volver a entrar en este maldito bosque de lo alto que lo dejaré de las patadas en el culo que le propinaré —El silbido del viento resopló con fuerza, como si se hubiese ofendido con las palabras de Kilian. Él dejó caer la linterna, asustado. El viento cesó, pero las ramas se seguían moviendo dibujando sombras amenazantes.

—Recoge la linterna y entremos —Mi mano temblaba y no podía enfocar con la linterna, me sentía absurda porque no había justificación para sentir tanto miedo. Solo era un bosque, unos cuántos árboles. Me acerqué a Kilian y él hizo lo mismo.

—Maldita sea, Luna. Me gano la vida escribiendo libros de terror, no puede ser que ahora esté tan cagado de miedo.

—Descuida, estoy segura que cuando llegues a tu departamento te sentarás a escribir —Los dos logramos esbozar una sonrisa nerviosa—. Vamos.

Cuando ingresamos la única luz que veíamos salía de nuestras linternas, la luna estaba oculta por algunas nubes, por lo que su luz era tenue. La entrada del bosque estaba cercada, había un portón de madera viejo que chirriaba cuando se abría y cuando Kilian lo hizo me provocó un ligero estremecimiento. De aquellos que te hacían mover el cuello de un lado al otro y cerré los ojos.

Al poner un pie en la entrada sucedieron muchas cosas y todas inexplicables.

Una densa niebla comenzó a enredarse con las hojas y la hierba, mientras más avanzaba hacia nosotros más compacta se volvía. Una nube terminó por ocultar la luna, sin embargo, el bosque parecía tener luz propia. No es que se iluminara completamente, pero sabía dónde ponía mis botas. La luz parecía venir de cada hoja, de cada ramita que crujía y el aire se tornó diferente. Tenía la impresión que incluso en el aire había algo que, de reconocer, me asustaría.

Cinco pasos, nada más que cinco pasos dentro del bosque y un sonido de ramas entrelazándose como si estuvieran creando una pared de tronquitos nos hizo girar de golpe. Ya no se veía la entrada del bosque, ni la luz de la calle. Ni las estrellas. Mi respiración se volvió errática, porque de pronto la luz que parecía darle vida al bosque se apagó. Alcé mi mano y consternada comprendí que ni siquiera la podía ver. El agarre de la linterna se hizo más fuerte, aunque temblaba.

La casa del bosque [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora