Capítulo 40: La triste melodía de una confesión anunciada

316 68 563
                                    

"Tu boca pacta juramentos con mi felicidad

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

"Tu boca pacta juramentos con mi felicidad.

Tus ojos brillan con esperanza, y en el silencio, gritan.

Tus manos danzan con caricias que recorren ilusiones.

Nuestro amor es un pecado que nos hace vivir en el paraíso cada vez que lo cometemos.

Es tu boca, tus ojos, tus manos y nuestro amor"

Cartas a la Luna /R.W.

—¿Podemos ir al café del hotel? —Sugirió él, pero yo continuaba procesando lo que el abogado acababa de decir.

—¿Hablaré con mi madre? —Tartamudeé. Él alzó una ceja y me miró nervioso. Mi corazón latía con tanta fuerza que me costaba asimilar que él no lo escuchara—. ¿Mamá está en Timorville? —Él sonrió mientras negaba.

—Me temo que no me he expresado con claridad, señorita Stone. La comunicación se establecerá por teléfono. Ella me llamará en... —Miró su reloj—. Veinte minutos, ¿Cree que podemos ir a algún lugar para que podamos hablar tranquilos? —Aún abrumada logré asentir. No fuimos al café que estaba en el hotel, porque no confiaba en Fiona y no quería que nadie nos escuchara. Ir a casa también era peligroso porque estaba papá y no quería que él se llenara de expectativas como yo. Me iba a enfrentar a una mujer con la cual no hablaba en poco más de diez años y no sabía que podría resultar. Sin embargo, la hija ilusionada que había en mi interior se moría por escuchar la voz de mamá. ¿Y si ella finalmente quería volver? ¿Y si mamá nos estaba preparando porque quería volver a Timorville? Apreté con fuerza la carpeta con los trabajos de mis alumnos contra mi pecho y me mordí el labio para ocultar la sonrisa. Si mamá volvía todo sería diferente, ella nos daría una explicación a los cuatro del porqué de su ausencia y si tenía mucha suerte podría ser perdonada. Quizás papá ni siquiera la dejaría terminar y la arrastraría hacia sus piernas. Tendría que ganarse la confianza de Leo y habituarse a su rutina. En cuanto a Lyra, todo era mucho más complicado. Con ella, Ela tenía un camino difícil.

—Vamos al café que está en el centro del pueblo. Es tranquilo —Él asintió y me dirigió hacia un auto azul. Todo estaba cerca en Timorville por lo que el trayecto no duró más de cinco minutos. Cuando entramos al café uno de los hijos del dueño nos atendió y unos pocos minutos después nos dejó solos. Cian abrió un maletín y me entregó una carpeta.

—Ahí está el detalle del dinero. Es una suma considerablemente alta y en cuanto usted solicitó el retiro del dinero, el banco contactó a mi representada.

—¿Por qué? Mi madre dejó por escrito que lo que hay en esa cuenta nos pertenece.

—Sí, pero al ser una suma tan grande el banco debe contactar de inmediato al titular, en este caso a Ela Kier.

La casa del bosque [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora