Capítulo 50: El encanto de la bestia

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«¿Cómo le explico a la luna que el sol se muere por un encuentro? ¿Cómo es que nadie reconoce el alma gemela de la luna si brilla con tanta fuerza cada día?

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«¿Cómo le explico a la luna que el sol se muere por un encuentro? ¿Cómo es que nadie reconoce el alma gemela de la luna si brilla con tanta fuerza cada día?

Cartas a la Luna / R.W.

Lo único que escuché fue el ronroneo de Teodora.

—¿No me dirás nada? —pregunté abrumada. Acababa de confesar algo que no comprendí hasta que me vi enfrentada a mis propios sentimientos frente a él. Milo no dejaba de mirarme con terror, con sus ojos bien abiertos y la respiración acelerada. Me enjugué las lágrimas y me encaminé hacia la puerta para largarme de su casa derrotada, pero él me agarró del brazo y resopló con fuerza.

—Mierda, Hielo...

—Es mejor que me vaya.

—No —negó—, si te vas ahora sin una conversación todo se sentirá demasiado extraño entre los dos.

—¿Más? —resoplé con incredulidad—. Ya se siente extraño; le acabo de confesar a mi mejor amigo que me enamoré de él —Milo se estremeció.

—Diablos, Luna —me miró afectado—, no es fácil reaccionar a esa declaración.

—No lo dije para condicionar una respuesta, porque sé que no me quieres de esa manera. ¡Nadie podría! —exclamé—. Ni siquiera Ewan, y sé que él está sufriendo ahora por mi culpa, pero le hago un favor al apartarlo de mi vida.

—¿Por qué dices eso? —preguntó perdiendo la paciencia—. ¿Otra vez con lo mismo?

—Es lo que pienso...

—¡Pues estás mal! —espetó ya enojado—. ¡Tienes que sacar de tu cabeza esa estúpida idea de normalizar que no te quieran! ¡Ya basta con eso! ¡Que tu madre se vaya a la mierda, Luna! ¡Dices que Eleonor juega con mi cabeza, pero tu madre hace lo mismo contigo!

—Admites que Eleonor está jugando contigo —acusé y él suspiró.

—Sí, pero está enferma. Tú madre no.

—¡La justificas!

—¡Está enferma!

—Con mayor razón deberías alejarte de esa mujer.

—No puedo, Luna —negó atormentado—, no puedo dejar que se consuma en las drogas, y si yo puedo ayudarle... eso haré.

—Pues yo no dejaré que te consumas con ella —esbozó una sonrisa triste y yo me dejé caer en el sillón. Él se sentó en la mesa ratona frente a mí, tomó mis manos e hizo que lo mirara a los ojos.

—Estoy seguro que no lo permitirás, pero no creo merecer tanta protección.

—La mereces, ¿por qué te cuesta tanto comprenderlo?

—Porque sigo sin entender cómo una mujer tan maravillosa como tú se pudo enamorar de un hombre tan idiota como yo.

—No eres idiota...

La casa del bosque [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora