Capítulo 6: Las cartas de Ela

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"No conocía el placer de servirle a la Luna, me declaro feudatario de sus caprichos

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"No conocía el placer de servirle a la Luna, me declaro feudatario de sus caprichos. Esclavo de sus deseos, vasallo de su belleza, súbdito de su fuego"

Cartas a la Luna / R.W.

—¿Por qué mierda asustas a las personas, idiota? —Milo alzó las manos a modo de defensa y me miró confundido.

—¡Te llamé! —Se excusó bajando las manos lentamente—. Te llamé tres veces, pero estabas demasiado ensimismada mirando no sé qué en el lago —Miró por encima de mi hombro en dirección hacia el lago y luego me indagó con la mirada—. Me dio curiosidad y también quise mirar, pero te diste la vuelta y me diste un susto de muerte —Se explicó, llevando una mano al pecho.

—Creí que ibas a ir a la tienda de la señora Dolores —Él arqueó una ceja y sonrió. ¡Esa maldita sonrisa! ¿Cómo es que las personas podían confiar en alguien que sonreía todo el maldito día? ¡Era de locos! Pasé por su lado empujándolo y bufando. Él me siguió.

—No eres muy cortés, ¿Sabes? No das las gracias, escuchas conversaciones ajenas...

—No estaba escuchando tu conversación, tú y tu hermana ventilan demasiada información.

—Oh, claro —Me detuve para mirarlo.

—¿Qué es ese tono? —Pregunté alzando una ceja.

—Algunos dirían que es el tono de la credulidad falsa, otros que es ironía —Alcé las manos y exasperada lo enfrenté.

—¿Eres así todo el tiempo?

—¿Cómo?

—¿Así de irritante?

—No, sale a flote contigo —Sonrió mientras miraba sus converse amarillas, y, luego dubitativo la alzó una vez más—. ¿Qué estabas haciendo en mi casa? —Abrí los ojos sorprendida y crucé mis brazos mientras negaba. ¿Cómo sabía que había estado en su casa? Estaba segura que cuando llegué no había rastro del jeep, ni de nadie.

—No estaba en tu casa.

—No me mientas —Descrucé los brazos y mi postura a la defensiva volvió a salir.

—¿Quién diablos te crees que eres para...? —De pronto el mismo ruido de hace un momento resonó en el bosque. Milo alzó las cejas, como si me invitara a seguir, pero solo me miró—.¿Escuchaste? —Pregunté mirando en todas direcciones para localizar la fuente de aquel sonido.

—¿Qué cosa? — Negué a punto de perder la paciencia.

—Un ruido, como un silbido, un susurro... —Él también miró a todos lados, pero luego se encogió de hombros y negó.

—No escuché nada.

—No, no puede ser... —¿Cómo era posible que solo yo escuchara aquel silbido cuando él estaba junto a mí? Era imposible. Mis manos comenzaron a temblar, pero las deslicé un el bolsillo del polerón para que no se diera cuenta.

La casa del bosque [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora