Entrenamiento...

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Capitulo 33

 

Amar a Harry era agotador. Esa noche, Gillian no durmió demasiado, ante la falta de costumbre de compartir el lecho con un hombre. Además, ese hombre en particular era tan grande que ocupaba casi todo el espacio. Cada vez que trataba de darse la vuelta se topaba con él. Por fin, se quedó dormida aplastada bajo uno de sus pesados muslos.

Harry no estaba acostumbrado a dormir en una cama, de manera que también le resultó difícil. Era demasiados blanda y le apetecía mucha más dormir al aire libre, con la estimulante brisa refrescando su cuerpo y todo el firmamento estrellado ofreciéndosele a la vista hasta que cayera dormido, pero no pensaba abandonar a su esposa en su noche de bodas, de modo que permaneció donde estaba y dormitó intermitentemente toda la noche. De madrugada, volvió a hacerle el amor. Trató de actuar con delicadeza porque sabía que estaría dolorida después de la primera vez. Gillian estaba demasiado soñolienta para resistirse, pero luego se dejo atrapar por la magia de su contacto y de sus caricias hasta el punto de no preocuparse de si le dolía o no.

Gillian estaba profundamente dormida de cansancio cuando Harry abandonó el lecho. Llegaba tarde a su encuentro con Ramsey en el campo de entrenamiento, puesto que ya hacía rato que había amanecido; después de besar a Gillian en la frente, la tapó con el tartán y abandonó la cabaña sin hacer ruido.

La sesión de entrenamiento fue intensa, a pesar de que estaba de muy buen humor. Realmente, no quería hacerle daño a nadie. Los mayores estragos corrieron por cuenta de Ramsey, que no tardó en impresionar a los MacPherson. Sin quererlo, Harry le rompió la nariz a uno de los con el codo, pero se la volvió a poner en su lugar antes de que éste pudiera levantarse del suelo, asegurándole que le quedaría como nueva apenas dejara de sangrarle. No era exactamente una disculpa, pero se acercaba peligrosamente, y Harry comenzó a preocuparse de que el matrimonio le hubiera ablandado.

Claro está, Ramsey se dio cuenta de su buen humor. Se divirtió mucho tomándole el pelo por haber aparecido tarde y por bostezar todo el rato, haciendo que Harry considerara seriamente la posibilidad de romperle algunos huesos.

Al comenzar la sesión de entrenamiento, Proster, el líder del otro grupo, negó a utilizar armas contra su laird. Quería actuar con honradez, pero era una tontería porque, aunque era muy superior a los restantes soldados MacPherson en habilidad y en técnica, bajo ningún concepto podía equipararse a Ramsey. Después de que el laird lo hubo hecho caer de rodillas un par de veces, la arrogancia de Proster comenzó a desmoronarse. Todos los demás soldados tomaron sus espadas, pensando que les otorgarían cierta ventaja, pero Proster siguió oponiéndose tercamente.

Lo cierto era que carecía de importancia. Harry y Ramsey no tardaron en desarmarlos, y luego se lanzaron a la tarea de enseñarles cómo salir vivos de una batalla. Era una lección de humildad, y cuando ambos lairds se alejaron del campo, el suelo que dejaban atrás estaba cubierto de cuerpos doloridos.

Los amigos se dirigieron hasta el lago para lavarse la sangre que había salpicado. Al regresar, se cruzaron con Bridgid. La joven saludó a Ramsey con un seco movimiento de cabeza, sonrió a Harry y le deseó buenos días, y siguió su camino con la cabeza alta.

-¿Qué pasa aquí? –Preguntó Harry-. Parece irritada contigo.

Ramsey rió.

-Es un malentendido. Está furiosa conmigo, pero, conmigo, pero, como soy su laird, tiene que tratarme con respeto. Supongo que esto debe estar matándola.  ¿Viste el fuego que ardía en sus ojos? Esa mujer es diferente a la mayoría, ¿verdad? Esa sonrisa suya puede hacer a un hombre…

-¿Qué? –lo urgió Harry.

-No tiene importancia.

-La deseas, ¿no es verdad?

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