Gillian... ¿Casada? ¿Lady Styles?

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Capitulo 31

Durante las siguientes dos horas, Gillian permaneció de pie en la escalinata, con Ramsey a su lado, recibiendo a cada uno de los hombres que se acercaba a saludarla. Harry  se había situado detrás de ella, y cuando Gillian comenzó a mostrar señales de cansancio, pasando su peso de un pie al otro, insistió que se reclinará contra él. Muchos miembros del clan habían llevado consigo a sus esposas, y Gillian pudo ver que todas las mujeres miraban a Ramsey con ojos deslumbrados, y a Harry con temerosa cautela. Por todos los santos, ¿cómo se las arreglaría para encontrar al traidor entre tanta gente? Era imposible, tan imposible como encontrar  a alguien de las Highlands que sintiera afecto por el rey Juan. Cuando el sol del crepúsculo coloreó el cielo sobre el patio de armas, Gillian tuvo la sensación de haber mirado a un millar de rostros. La luz desaparecía con rapidez y a una orden de Ramsey,  los soldados encendieron grandes antorchas alrededor del perímetro del patio y a los lados del sendero que corría por detrás.

-¿Qué razón les diste para que se congregaran aquí? –preguntó Gillian a Ramsey en un susurro.

-No les di ninguna razón –replicó él-. Están aquí porque he requerido su presencia.

Su arrogancia la obligó a sonreír. Al verla, Harry, gruñón como siempre, le sugirió que prestara atención a lo que estaba haciendo. Pasó todavía una hora más saludando a cada hombre y cada mujer que se le acercaba. Su estomago comenzó a emitir sonidos de protesta, y sintió que la fría brisa la hacía estremecer, de modo que se apretó contra el cuerpo de Harry para recibir algo de calor. En medio de la tediosa ceremonia, se produjo un momento de diversión. Los dos jóvenes que habían tratado de besar a Bridgid y a ella se aproximaron juntos. Con los ojos desorbitadamente abiertos, se quedaron mirando fijamente a Harry. Parecía que de sus rostros hubiese desaparecido toda la sangre.

-Buenos días, Donal –saludó Gillian.

Al soldado se le doblaron las rodillas, y cayó al suelo. Su amigo lo sujetó del brazo y lo ayudó a ponerse de pie. Pero lo hizo sin mirarlo, pues su mirada seguía clavada en Harry.

-¿Conoces a este hombre? –preguntó Ramsey.

Donal contuvo la respiración, mientras aguardaba la respuesta. Gillian oyó la risa de Bridgid.

-Sí, lo conozco. Me lo han presentado hoy temprano.

-¿Y el otro? –preguntó Harry.

Stewart estaba a punto de echarse a llorar.

-También lo he conocido hoy.

-¿Dónde los conociste? –insistió Harry, con evidente enojo-. ¿No estarían  en la colina, por casualidad?

-Donald y Stewart son amigos de Bridgid –respondió Gillian, tratando de suavizar los hechos-. Ella me los presentó.

-Gillian…

Ella le puso la mano sobre la de él.

-Déjalo estar –le pidió en voz baja.

Harry decidió acceder. El último de los grupos en acercarse estaba encabezado por un hombre joven de aspecto colérico y porte tan jactancioso como el del mismo Harry. Cuando se adelantó para saludar a su laird, cosa que hizo elevando brusca y rápidamente el mentón en lugar de inclinar la cabeza, sus largos cabellos castaños le taparon la cara. De inmediato, giró para marcharse.

Ramsey lo obligó a detenerse.

-Proster, vuelve aquí.

El soldado se puso rígido, pero hizo lo que le habían ordenado. Los otros jóvenes que lo habían acompañado se hicieron a un lado para dejarlo pasar.

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