La fiesta

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Capitulo 21

 

La predicción de Judith se cumplió. En efecto, Gillian causó un gran revuelo.

Una verdadera multitud se había congregado en el salón para celebrar el regreso de Alec, y el ambiente era festivo y animado. La gran estancia estaba brillantemente iluminada con numerosas velas. En uno de los ángulos, un joven tañía un laúd, mientras los criados se abrían camino en medio del gentío portando bandejas de plata repletas de bebidas. En otro de los extremos se asaba un cochinillo, vigilado por una anciana con un atizador en una mano y una cuchara de madera en la otra. La mujer se servía de la cuchara para alejar del cochinillo a los hombres que pretendían robar trozos de carne antes de que la pieza estuviera lista para ser servida.

La alegra música y el clima de alegre distensión envolvieron a Gillian apenas traspuso la entrada del gran salón.

Comenzó a descender los escalones, y de inmediato cesó la música. El joven del laúd levantó la mirada, y las voces se acallaron una a una, al tiempo que mujeres y hombres volvían sus rostros hacia ella.

Harry estaba respondiendo a la interminables preguntas que le formulaba Ian cuando su mirada tropezó con la imagen de Gillian, que descendía lentamente los peldaños. Al instante perdió el hilo de sus pensamientos. También olvidó sus modales, ya que, en la mitad de una frase, volvió la espalda a su hermano y a su amigo y avanzó hacia la escalera.

Si bien Harry ya había tomado buena nota de su silueta, las suaves curvas del cuerpo de Gillian se le hicieron aún más evidentes en ese momento. No le gustaba demasiado el corte de su vestido, porque a su juicio mostraba en exceso sus encantos sus encantos, y consideró seriamente la posibilidad de conseguir otro manto con el tartán de los Styles y colocárselo alrededor del cuello para que colgara sobre su pecho y ocultara sus bellas formas femeninas a los ojos de los espectadores.

Pero, aun así… ¡por todos los demonios, estaba adorable! Gillian percibió el ceñudo gesto de Harry, y tuvo el súbito impulso de dar media vuelta y regresar arriba. Pero había recorrido ya la mitad del camino, y no estaba dispuesta a mostrarse cobarde retrocediendo de esa manera. Los ojos cavados en ella la mortificaban, y el silencio era sobrecogedor. Se dio cuenta de que varios de los hombres parecían aturdidos; otros, atontados. Sólo los soldados de Harry, los leales Robert, Stephen, Liam, Keith y Aaron, le sonreían, así que decidió mirarlos a ellos y hacer caso omiso del resto de los presentes, Harry incluido, mientras seguía avanzando.

Laird Styles, sin embargo, no estaba dispuesto a ser ignorado. La esperó al final de la escalinata y, cuando llegó hasta donde él estaba, le tendió la mano. Vacilante, Gillian le tendió la suya y alzó los ojos hacia él. Turbada al comprobar que todavía la miraba con expresión furibunda, le sonrió con la mayor dulzura.

-Si no dejas de mirarme con esa cara, te juro que te daré una buena patada –le advirtió-. Así tendrás una buena razón para mostrarte furioso.

Harry quedó tan estupefacto ante su infantil amenaza que se echó a reír.

-¿Piensas que podrías hacerme daño?

-No te quepa duda.

Él volvió a reír, con una portentosa carcajada parecida al trueno. ¡Cómo le brillaban los ojos de pura malicia! De pronto, Gillian sintió que dominaba mucho mejor la situación y recuperó cierta dosis de confianza en sí misma. El resto de la gente prácticamente dejó de importarle. Además, ya no podían seguir escudriñándola, ya que los hombres de Harry hicieron una muralla a su alrededor siguiendo su peculiar costumbre.

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