Capitulo 17
Bajo la aguerrida imagen externa del guerrero latía el corazón de un verdadero caballero. Ese descubrimiento le resultó sorprendente y gracioso a la vez, ya que, aunque sin duda Harry trataba de mostrarse amable, pronto se hizo evidente que no tenía la menor idea de cómo conseguirlo. Cuando por fin finalizó el interrogatorio, Gillian se apresuró a ponerse de pie antes de que cambiara de idea. Se volvió para marcharse, pero se le enredaron los pies en el plaid y en lugar de irse cayó sobre él. Harry la sujetó por los hombros para enderezarla, lo que fue un gesto muy considerado, desde luego. Pero no se detuvo allí. Una vez que la tuvo en sus brazos, decidió retenerla allí. Como si estuviera todo el derecho del mundo, la rodeó con sus brazos y la apretó contra él. Gillian trató de apartarlo con toda la delicadeza posible, pero no funcionó, de modo que levantó los ojos para mirarlo y pedirle que la soltara. Él esperaba que lo hiciera, y el impacto de esos penetrantes ojos esmeraldas, llenos de compasión y de ternura, hizo que el corazón de la joven se acelerara y le temblaran las rodillas.
¿Acaso tenía él alguna idea del efecto que causaba en ella? El calor de la piel del hombre despertó en su seno el deseo de que la acurrucara junto a su pecho. Ese calor la abrigaba más que diez mantas apiladas sobre su cuerpo. Y también su voz, ronca y espesa, le resultaba maravillosamente sensual. Hasta su forma de caminar, con tan inconsciente arrogancia, como si se creyera el dueño del mundo, con un suave movimiento de caderas y esos musculosos muslos…
Gillian se obligó a reprimir tan inapropiados pensamientos. No debía prestar atención a banalidades semejantes, era verdad, sin embargo, que jamás había conocido un hombre como él, ni jamás había experimentado esa clase de reacción. Lo único que quería era apoyar la cabeza sobre su hombro por unos minutos y cerrar los ojos. Cuando estaba con él, no se sentía tan vulnerable, tan falta de confianza en sí misma. Harry parecía la clase de hombre que no le tenía miedo a nada. ¿Se creería invencible? Y, al creérselo, ¿haría que fuera realidad? ¿De dónde provendrían su altivez y su confianza? ¡Ay, cómo le habría gustado que le prestara apenas una pizca de ambas cosas!
El agotamiento estaba venciéndola. Gillian lo miró, sonriendo. Aunque sólo hacía un día que lo conocía, se sentía como si hubiera estado a su lado durante años. Caminaron juntos hacia el lago, apoyándose el uno en el otro, como si fueran viejos amigos, cómodos con el silencio y la cercanía que compartían. Pero también como si fueran amantes que estuvieran casi sin aliento ante la expectativa de que vendría a continuación.
Sí, el efecto que le causaba era muy extraño. Le hacía sentir que ya no estaba sola. ¿La ayudaría a terminar con los monstruos que habitaban sus pesadillas? De inmediato, decidió que no. No podía, ni debía, involucrarlo en sus propias luchas. Comprendía su responsabilidad. Debía luchar sola contra el dragón, y si fracasaba…
-¿Tienes frío, Gillian?
-No.
-Estás tiritando.
-Estaba pensando en mi tío. Estoy preocupada por él.
-¿Merece que te preocupes?
-¡Oh, sí! ¡Por supuesto que sí!
Harry se le acercó al oído.
-¿Puedes hacer algo por tu tío esta noche? –susurró.
-No –respondió ella, tratando de ignorar la caricia de la cálida respiración masculina sobre su piel sensibilizada.