Capitulo 6
-Y así fue-aseveró.
-¿Estás seguro de que no me dejaste ganar para no tener que lidiar con Bridgid KirkConnell??
Gideon volvió a reírse.
-Bien pudiera ser-dijo-. Reconozco que me gusta estar en su presencia. Es una mujer hermosa, una verdadera delicia para la vista. Tiene un espíritu que pocas mujeres poseen. Es verdaderamente… apasionada… pero, pobre de mí, también es terca como una Styles. Me alegro de que me haya rechazado, así no tendré que casarme con una mujer complicada.
-¿Cómo es posible que desde que soy laird haya tenido que comunicar rechazo de tres proposiciones por parte de esta mujer sin haber llegado a conocerla?
-Las tres veces notificó su negativa desde la casa de su tío, en Carnwath. Recuerdo haberte comentado que le había dado permiso para ir ayudar a su tía con su nuevo bebé. Ellos también están aquí, en el festival.
-Si me lo dijiste, lo he olvidado-repuso Ramsey-. Sin embargo, recuerdo los rechazos. En las tres ocasiones envió el mismo mensaje.
-Me da en la nariz que hoy pronunciará las mismas palabras, y que el de Dunstan engrosará las filas de los corazones rotos.
-La culpa de toda esta historia la tuvo mi padre. Fue él quien le prometió al padre de Bridgid que su hija podría elegir a su esposo. Para mí es inconcebible que ella decida su futuro por su cuenta.
-no tienes alternativa- subrayó Gideon-. Debes respetar la voluntad de tu padre. El de Bridgid fue un noble guerrero, y se hallaba en su lecho de muerte cuando le arrancó al tuyo esa promesa. Me pregunto si sabría lo obstinada que iba a mostrarse su hija.
Ramsey se puso de pie y ordenó con un gesto a Gideon que hiciera entrar a Bridgid.
-Y deja ya de sonreír-instó-. Este asunto es importante para Dunstan, y lo trataremos como merece. ¿Quién sabe? Quizás acepte su proposición.
-Oh, sí, y esta tarde pueden llover cerdos-replicó Gideon con voz cansada mientras apartaba la tela hacia las veces de puerta de la tienda. Titubeó un instante, y luego se volvió hacia su jefe.
-¿Alguna vez has perdido la cabeza por una mujer?- inquirió.
-¡No, jamás!- repuso Ramsey, con un bufido.
-Pues yo, en tu lugar, me prepararía para contemplar algo digno de verse. Te aseguro que la cabeza empezará a darte vueltas.
La predicción de Gideon se hizo realidad apenas un segundo después, cuando Bridgid KirkConnell hizo su entrada en la tienda y prácticamente dejó sin aliento a su laird. Era una joven asombrosamente bella, de cutis blanco, ojos brillantes y largos cabellos color miel, descaradamente rizados, que le envolvían los hombros como un halo. Sus suaves curvas estaban todas donde debían estar, y Ramsey se sorprendió de que sólo hubiera recibido ocho proposiciones.
Bridgid hizo una reverencia, sonrío con gran dulzura y le saludó.
-Buenos días tengáis, laird Ramsey.
Él respondió con una inclinación.
-De modo que por fin nos conocemos, Bridgid KirkConnell. He tenido que romperles el corazón a varios de mis hombres que habían pedido vuestra mano sin saber por qué se mostraban tan ansiosos por desposar a una mujer tan obstinada. Ahora comprendo la persistencia de mis soldados.