Capitulo 30
La excitación ante la posibilidad de reunirse finalmente con su hermana era más intensa de lo que Gillian podía soportar. Mientras se vestía para reunirse con el clan de Ramsey, le templaban las manos y sentía que se le retorcía el estómago.
Se puso un vestido color dorado con bordados en el extremo de la falda y de los puños. Una criada la ayudó a colocarse el plaid con el tartán Styles, enrollándolo alrededor de la cintura y pasando uno de los extremos sobre el hombro. La tela quedó ajustada con un cinturón de cuero trenzado.
Una vez vestida, Gillian aún no se sentía preparada para bajar, de modo que se quedó en la alcoba que Ramsey le había asignado al final del pasillo, paseándose ansiosa frente a la chimenea y ensayando lo que iba a decir cuando saludara a Christen. Bridgid subió a buscarla. Abrió la puerta, miró en el interior de la habitación, vio a Gillian iluminada por el fuego del hogar, y se detuvo en seco.
-¡Oh, Gillian, estás preciosa! Ese color te sienta de maravilla.
-Gracias, pero tú sí estás deslumbrante.
Bridgid soltó una alegre risa.
-¡Vaya par de creídas que estamos hechas! ¡Elogiándonos la una a la otra como niñas tontas!
-Lo digo de corazón. Estás radiante, y seguramente esta noche el hombre que amas se fijará en ti.
Bridgid lanzó un bufido.
-Me arriesgo a vaticinar que seguirá mirando a través de mí como lo ha hecho hasta ahora. Siempre lo hace. Ya estoy acostumbrada –agregó, subrayando sus palabras con un gesto de desidia-. ¿Estás lista para bajar?
-Sí –respondió Gillian, al tiempo que dejaba el cepillo sobre la cómoda. Trató de controlar el temblor de sus manos, y se obligó a inspirar profundamente -. Estoy tan excitada ante la perspectiva de volver a ver a mi hermana que no puedo dejar de temblar.
-¿Crees que podréis encontraros esta misma noche?
-Sí. Y he estado practicando lo que voy a decirle. Quiero que nuestro reencuentro sea perfecto, y quiero caerle bien. ¿No es una preocupación estúpida? Por supuesto que voy a caerle bien. Soy su hermana, por todos los cielos.
-Vamos –urgió entonces Bridgid-. No debemos hacer esperar a laird Ramsey. Dicho sea de paso, Harry está con él, y también Brisbane y Otis. Te advierto que ninguno de ellos parece muy feliz. Algo pasa, pero nadie me ha dicho de qué se trata. Sin embargo, apuesto a que tiene que ver con los MacPherson. Ese hombre Proster, siempre está causando problemas Anthony y Faudron se quejan continuamente de él y de sus secuaces.
-¿Quiénes son Anthony y Faudron? –preguntó Gillian, mientras se pellizcaba las mejillas para darles color y seguía a Bridgid fuera de la habitación.
-Son los amigos más íntimos de gideon, y gideon es…
-El comandante de Ramsey.
-Así es –confirmó Bridgid-. Es raro ver a uno sin el otro, y siempre gideon está fuera de la propiedad, Anthony lo sustituye al mando.
Cuando llegaron al último escalón, se abrió la puerta y entró corriendo un soldado. Era alto y delgado, y tenía la frente surcada de profundas arrugas.
-Ése es Anthony –susurró Bridgid-. Te lo presentaré después de que hayas hablado con Ramsey. No deberías hacerlo esperar.
Los hombres aguardaban en el extremo opuesto del salón. Ramsey y Harry conversaban en voz baja, mientras Brisbane y Otis, sentados a la mesas, observaban a los lairds. Los ancianos tenían el aspecto de quien ha perdido a su mejor amigo. Otis fue el primero en verla llegar, y se puso de pie, después de haber avisado a su amigo con un codazo. La sonrisa de Gillian se esfumó cuando vio la expresión de Harry. Se le veía furioso, y después de haber saludado a Ramsey con una inclinación, Gillian juntó sus manos y esperó a descubrir qué estaba sucediendo.