Capitulo 26
Se suponía que el amor no se presentaba de repente.
Gillian pasó mayor parte del camino hasta las tierras de Ramsey pensando en Harry y preguntándose cómo era posible que hubiera cautivado su corazón con tanta intensidad y en tan poco tiempo. Prácticamente la había hecho enloquecer. Gillian era más que consciente de los defectos de Harry, pero aun así lo amaba. ¿Cómo era eso posible? Se suponía que el amor era algo que iba creciendo con el tiempo. Un lento descubrimiento que ocurría meses y meses de cortejo; a veces, darse cuenta de que uno estaba enamorado requería años. Sin duda, el amor no lo fulminaba a uno como un rayo.
Tal vez fuera lujuria, y si lo era… ¿cómo iba a hablar de tal atrocidad en el confesionario sin morirse de vergüenza? ¿Era lujuria? Harry era muy apuesto, y sólo estando muerta podría no reparar en ello. Sin embargo, Ian y Ramsey también eran atractivos, y su corazón no se desbocaba cuando alguno de los dos estaba cerca de ella. Harry ejercía sobre ella un efecto hipnótico. Lo único que tenía que hacer era mirar para dejarla sin aliento.
En ese momento no le prestaba la más mínima atención.
Ramsey y él cabalgaban muy por delante de los soldados y de Gillian, y Harry no miró atrás ni una sola vez para ver qué tal estaba. Gillian pasó un buen rato contemplando sus anchos hombros, mientras se preguntaba una y otra vez cómo podría recobrar el sentido común.
No quería recordar los motivos que la llevaban a las tierras de Ramsey, pero la realidad terminó por imponerse. ¿Y sí su hermana no estaba allí? ¿Y si se había casado con alguien de algún otro clan y se había marchado lejos de los MacPherson? Peor aún, ¿y si no se acordaba de ella? Christen no había tenido a Liese para ayudarla a mantener vivo el recuerdo. ¿Y si había olvidado todo lo ocurrido?
Sumida en sus pensamientos, no advirtió que Harry y Ramsey se habían detenido. Dylan se acercó a ella y tomó las riendas de su cabalgadura, haciéndola detenerse a su vez. Los soldados y ella aguardaron a buena distancia de sus lairds, y estaba a punto de preguntarle al comandante por qué no seguían la marcha, cuando vio que se acercaba un jinete por el oeste, ascendiendo la pendiente de la colina. El desconocido dio un amplio rodeo, galopó hasta donde se encontraban Harry y Ramsey y se detuvo a su lado.
Pacientemente, Gillian esperó para enterarse de lo que ocurría, mientras observaba lo que parecía ser una discusión entre Harry y el desconocido. Sin embarga, a buen seguro no era nada demasiado importante. Aunque Harry tenía el entrecejo fruncido y el desconocido sacudía una y otra vez la cabeza, pudo ver que Ramsey estaba sonriendo.
-Dylan, ¿quién es ese hombre que menea la cabeza y habla con tu laird? –preguntó.
-El padre Laggan. Es quien atiende las necesidades espirituales de los Sinclair, los Maitland y varios otros clanes.
-¿También se ocupa de los Styles?
-Cuando no tiene más remedio, lo hace.
-No lo entiendo. ¿No le gustan los Styles?
Dylan soltó una risita.
-Nosotros no le gustamos a nadie, milady. Nos sentimos muy orgullosos de eso. La mayoría de los clanes no se meten con nosotros, y tampoco lo hace el clero, incluido el padre Laggan.
-¿Y por qué no gustáis a nadie?
-Nos temen –explicó jovialmente el comandante Styles-. El padre Laggan cree que somos unos salvajes.
-¿Y cómo sabes eso?
-Po el mismo padre Laggan. Así es como nos llama.
-Estoy segura de que no piensa nada por el estilo. No sois salvajes. Sois un poco… intensos… eso es todo. El cura parece no darse por vencido. ¿Ves cómo niega con la cabeza?