n o v e n o

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| Especial de San Valentín |

Me levanté perezoso de mi cómoda cama. No, no tenía que ir a la escuela. Era sábado, y bueno... qué flojera. Además, era 14 de febrero, sí, día de san valentín.

Sinceramente, no tenía ni la menor idea de por qué todos estaban ilusionados con ese día. Yo no tenía pareja, pero no por eso tenía que andar de empalagoso con todo el mundo. Quiero decir, me parecía hipócrita que alguien prometiera amor por siempre, si sólo te esfuerzas un día para mantener tu relación de manera estable. Era estúpido. 

Si saliera con alguien, no la dejaría ir nunca. La abrazaría todas las noches mientras duerme, y la haría sentir segura, que todo lo que diga el mundo está mal, que yo la amo y eso es todo lo que importa. 

Porque yo era heterosexual.

Estaba 100% seguro de ello.

Se estarán preguntando "oh, sensual Michael, ¿y tus sueños eróticos con Luke?". Los sigo teniendo, y es jodidamente incómodo porque lo veo prácticamente todos los días, y los que no los veo, chateo con él y es inevitable para mí no recordar todos esos besos imaginarios (por así decirlo) que "tenemos" cada noche. Lo raro es que siempre es él quien me besa, no yo. He tratado incluso incluso de no dormir para dejar de tenerlos, pero por más que intento, no puedo.

—Gordon, tus amigos vinieron a visitarte —la voz de mi mamá interrumpió mis pensamientos hacia Luke. Odiaba que me dijera por mi segundo nombre. Quiero decir, suena como "gordo", ¿qué clase de nombre era el mío? Al ver que no me levantaba, sino que incluso me metía aun más entre las sábanas, las quitó, lanzánolas a algún lugar de la habitación, provocando que comenzara a temblar, hacía frío—. ¡Gordon, levántate de la cama ahora mismo!

Y, como si quisiera dejarme ciego, prendió la luz del foco. Desde el ángulo en el que estaba, tenía la lámpara prácticamente enfrente de mis narices. Me tapé la cara con mis manos, tallándome los ojos. 

—Lo siento, la separación era inevitable —dramaticé, dirigiéndome a mi cama y parándome finalmente de mi cama. Sentí un escalofrío justo cuando mis pies descalzos tocaron el frío suelo. 

—¿Estás hablando con la cama? —preguntó mi mamá, exhalando mientras miraba hacia el techo de color blanco—. ¿Por qué no pude tener un hijo normal? —susurró para sí misma, pero aun así alcancé a escucharlo.

Eso dolió.

Tenía que bañarme, vestirme y arreglarme en menos de veinte minutos. Estaba seguro de que si no bajaba lo suficientemente rápido mi mamá empezaría a mostrar mis fotos en la bañera a todo el mundo.

Me metí a la ducha, que por cierto estaba helada, causando que se me congelaran partes del cuerpo que no sabía que se podían congelar, y me enjaboné lo más rápido que pude y me restregué con mis manos mi pelo de color rojo. Me detuve al notar que tenía algo en mi mano. Era un mechón de cabello. Me estaba quedando calvo y no tenía ni 20 años. Simplemente genial.

Tiré mi mechón a causa del susto y soltando un leve grito. 

¿En qué momento pensé que teñirme el cabello era buena idea?

Cuando salí de la ducha, a pesar del trauma de por vida que sería saber que me estaba quedando calvo, saqué de mi clóset unos skinny jeans negros y una playera cualquiera, ni siquiera fijándome si estaba al revés.

Al entrar de la habitación, gruñí llamando la atención de todos de mis fotos de cuando estaba en la bañera. En el momento donde los tres idiotas levantaron la mirada, estaban igual de apenados y avergonzados que yo. No, mentira, yo estaba aun más. Podía jurar como me sonrojaba. 

Forever. [muke]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora