10. Yo confieso (I)

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-¿Cuánto hace que se marchó Eva? He perdido la cuenta. -Anaju me arrebató un par de palomitas del cuenco que tenía en mis manos y se las llevó a la boca con alegría. Yo miraba la tele ensimismado, sentado en el sofá y con la cabeza a kilómetros de allí.

-Hace dos semanas que se fue... Y como buen idiota que soy, duermo en su cama porque huele a ella. -Miré a Anaju con cara de bobo y volví a meterme una palomita en la boca.

  -¿En serio duermes en su cama? -Me miró con el ceño fruncido, sin creérselo todavía. Yo le dije que sí con la cabeza. Era totalmente patético, lo sé; pero me había dado cuenta que la necesitaba y que la quería más que a mi propia vida.

-Se ha tenido que marchar unos días para que me dé cuenta de que... -De repente noté los labios de Anaju rozar los míos con fuerza, yo la aparté en cuanto pude, con los ojos como platos.  -¿Pero tú estás loca o estás loca?. -Me levanté del sofá tirando todas las palomitas al suelo. -Anaju... ¿Qué se supone que haces? - Pregunté con lentitud y totalmente impresionado. Anaju comenzó a moverse por todo el sofá; parecía muerta de vergüenza y de nerviosismo.

-Perdóname, perdóname... Ha sido un impulso. Soy una ilusa. Sé que te dije que me olvidaría de ti, pero comprende que al tenerte tan cerca y... Fui una imbécil, fui yo la que te dio falsas esperanzas con Eva... Y pensaba que... -Sus palabras fluían con rapidez y sin descanso.

-No... Anaju, no me creaste falsas esperanzas... -De repente parecía haberme olvidado de aquel beso robado. -Pero me he dado cuenta de algo, de algo que hace demasiado tiempo que siento, pero que antes me hubiera clavado agujas entre las uñas antes de reconocerlo. -Mi voz triste me dolía hasta a mí. -Estoy completamente enamorado de Eva Barreiro, y no puedo cambiar mis sentimientos; es más, tampoco querría que los cambiaran. Estas dos semanas he estado meditando, pensando... -Vi como a Anaju se le caía una lágrima, y aquello me rompió el corazón en mil pedazos, pero continué hablando. -Desde los ocho años, cuando la vi por primera vez en aquellos columpios... Cuando me pidió que la columpiase porque se había torcido el pie y le dolía si lo movía. Yo la columpié... Y al otro día nos dimos cuenta que íbamos al mismo colegio, pero no a la misma clase. Yo iba a la B y ella a la A. -Sonreí, recordando aquella época tan maravillosa de mi infancia. -A los catorce años ella empezó a salir con chicos, con montones de niños que iban detrás de ella porque decían que tenía los cabellos más finos de todo el curso y los ojos azules más bonitos que nadie haya podido jamás ver. Yo era el único que no entendía lo que le veían, supongo que sería porque yo era su mejor amigo y estábamos todo el día juntos. -Compuse una media sonrisa de suficiencia. Anaju parecía escucharme con detenimiento. -A los dieciséis comenzó a ser la loca que es ahora, y yo era completamente diferente a ella... Pero aquello no fue un impedimento para que dejáramos de ser amigos. Yo la acepté tal y como era... Pero supongo que ese lado suyo se ha vuelto cada vez más pesado, pesado y pesado; al final ha explotado y ha acabado por distanciarnos.

  -¿Y si ella también está enamorada de ti? -Se levantó del sofá y se acercó a mí con tristeza, pero con la sinceridad personificada en sus ojos. Yo negué con la cabeza, mirando al suelo.

-No, ella solamente está enamorada de sí misma. Además... En quince días no me ha llamado ni una sola vez. -Eso era lo que más me había dolido. En las cuatro últimas palabras se me quebró la voz, pero no lloré, no quería derramar ni una sola lágrima más por ella. -Sí, no voy a mentirte... Alguna vez he pensado que ella podía llegar a sentir algo por mí, pero Eva no se va enamorar jamás... Y menos del chico que conoce desde siempre. -Anaju no sabía que decirme, así que nos mantuvimos callados. Finalmente, me miró a los ojos y habló.

-Puede que sea mejor que no nos volvamos a ver. -Pestañeé contrariado.

-¿Por qué? -Pregunté inocentemente.

-Por lo mismo que tú no puedes dejar de ver a Eva. -Se puso de puntillas y me besó en la mejilla.

-Eva es tonta por no darse cuenta de lo maravilloso que eres. Por no darse cuenta que lo mejor del mundo ya lo tiene en casa. -Me susurró con delicadeza, mientras yo me quedaba totalmente quieto, sin ni siquiera pestañear una sola vez. Anaju cogió su bolso y su abrigo, y se marchó de aquella casa.

***

El cielo de aquella ciudad, iluminado por fuegos artificiales, me hacía pensar en cómo era yo y en lo que sentía. Seguro que ahora mismo estaría odiándome, por no haberlo llamado ni una sola vez en tres semanas. Pero... No podía escuchar su voz, no podía. Todos mis esfuerzos por olvidar lo que sentía al escucharle se irían al traste. ¿Pero qué más daba? Dentro de una semana volvería a España y volvería a escucharle, todo este tiempo no me serviría de nada. Bueno, de momento sí me estaba sirviendo de algo; para saber que lo que sentía por él iba más allá de un simple capricho.

más que amigosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora